sábado, 27 de febrero de 2010

El vuelo de los gansos

Se ha descubierto que los gansos vuelan formando una V, porque cuando cada pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al ganso que va detrás de él y toda la bandada aumenta su poder de vuelo...

Cada vez que un ganso sale de la formación, siente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de volar solo y de inmediato se incorpora de nuevo a la fila para beneficiarse del poder de sus compañeros....
Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar, los gansos que van detrás producen un sonido propio de ellos y hacen esto con frecuencia para estimular a los que van adelante a mantener la velocidad...
Finalmente, cuando un ganso enferma o cae herido por un disparo, dos de sus compañeros salen de la formación y lo siguen para ayudar y protegerlo, se quedan con él hasta que está nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere...
Solo entonces los dos acompañantes vuelven a la bandada o se unen a otro grupo.

Reflexión: Cuando compartimos una dirección común y si tenemos sentido de solidaridad, podremos llegar a donde deseemos, este es el beneficio del apoyo mutuo.

martes, 23 de febrero de 2010

Silvio Rodríguez/Te doy una canción


Una de las canciones más emblemáticas y populares de Silvio, escrita allá por el año 1970 y llevada al disco en su trabajo “Mujeres” en el año 1978. Ampliamente difundida fue una de las primeras canciones que escuché de él. Me sorprendió y me encantó por la letra con un alto contenido de metáforas y amplio manejo de simbologías; mientras otros gustaban y disfrutaban con “Unicornio”, “Te doy una canción” era para mí, una de las preferidas. Había un casette medio clandestino que circulaba por las oficinas donde trabajaba en aquél entonces , fue así que inicié mi conocimiento de Silvio y de la Nueva Trova Cubana. Como anécdota de este tema, recuerdo que le hice escuchar a mi enamorada de aquél entonces y nos gustó tanto, que era para nosotros la canción de nuestra relación. Hoy la sigo recordando con mucho cariño….

Te doy una canción (Silvio Rodríguez)

Cómo gasto papeles recordándote
como me haces hablar en el silencio
Y como no te me quitas de las ganas
aunque nadie me vea nunca contigo

Y como pasa el tiempo
que de pronto son años
Sin pasar tu por mi
Detenida

Te doy una canción
Si abro una puerta
Y de las sombras sales tú

Te doy una canción
de madrugada
Cuando más quiero tu luz

Te doy una canción
cuando apareces
el misterio del amor

Y si no lo apareces
No me importa
Yo te doy una canción

Si miro un poco afuera
me detengo
La ciudad se derrumba
y yo cantando

La gente que me odia
Y que me quiere
No me va a perdonar
que me distraiga

Creen que lo digo todo
Que me juego la vida
Porque no te conocen
ni te sienten

Te doy una canción
Y hago un discurso
Sobre mi derecho a hablar

Te doy una canción
Con mis dos manos
Con las mismas de matar

Te doy una canción
Y digo: Patria
Y sigo hablando para ti

Te doy una canción
Como un disparo, como un libro
Una palabra, una guerrilla
Como doy el amor...

sábado, 20 de febrero de 2010

El Cofre


Erase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo. Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar.
Las manos le temblaban tanto que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta. Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana.
El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos.
No quieren estar conmigo ahora -se decía- porque tienen miedo de que yo me convierta en una carga.
Se pasó una noche en vela pensando qué sería de él y al fin trazó un plan.
A la mañana siguiente fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un cerrojo viejo. Por último fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que tuviera.
El anciano se llevó el cofre a casa, lo llenó hasta el tope de vidrios rotos, le echó llave y lo puso bajo la mesa de la cocina.
Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron con los pies.
¿Qué hay en ese cofre? preguntaron, mirando bajo la mesa.
Oh, nada -respondió el anciano-, sólo algunas cosillas que he ahorrado.
Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo.
Debe estar lleno con el oro que ahorró a lo largo de los años -susurraron.
Deliberaron y comprendieron que debían custodiar el tesoro. Decidieron turnarse para vivir con el viejo, y así podrían cuidar también de él. La primera semana el hijo menor se mudó a la casa del padre, y lo cuidó y le cocinó. A la semana siguiente lo reemplazó el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el mayor. Así siguieron por un tiempo.
Al fin el anciano padre enfermó y falleció. Los hijos le hicieron un bonito funeral, pues sabían que una fortuna los aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo. Cuando terminó la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y abrieron el cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.
¿Qué triquiñuela infame! -exclamó el hijo mayor-. ¡Qué crueldad hacia sus hijos!
; Pero, ¿qué podía hacer? -preguntó tristemente el segundo hijo-. Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el final de sus días.
Estoy avergonzado de mí mismo -sollozó el hijo menor-. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento que él nos enseñó cuando éramos pequeños.
Pero el hijo mayor volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto valioso oculto entre los vidrios. Desparramó los vidrios en el suelo hasta vaciar el cofre.
Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro, donde leyeron una inscripción que el padre les había dejado en el fondo: “Honrarás a tu padre y a tu madre”.

Autor desconocido

miércoles, 17 de febrero de 2010

Decisiones


Cierto empleado platicaba un día con su jefe, a quien consideraba una persona exitosa.

-”Y dígame”, le preguntó el empleado “¿Cómo es que ha logrado su éxito?”
-”Lo resumo en dos palabras” contestó
-”Y cuáles son esas palabras”
-”Buenas decisiones”
No conforme con la respuesta, el empleado preguntó de nuevo

-¿Y cómo logra tomar las decisiones correctas?”
-”Lo resumo en una palabra, experiencia”
-”Y cómo ha conseguido su experiencia”
-”Lo resumo en dos palabras” respondió
-”Y cuáles son esas dos palabras”
-”Malas decisiones”

Si queremos tomar alguna ventaja de nuestros errores, entonces tenemos que cometer algunos. Y con el paso del tiempo, mientras cometamos errores distintos cada ocasión, entonces estaremos aprendiendo y creciendo.

¿Te has sentido mal últimamente por algún error que hayas cometido?, entonces analiza que fue lo que hiciste mal, asegúrate de no volverlo hacer, perdónate a ti mismo, y sigue adelante.

¿No sientes la suficiente confianza como para tomar una decisión, ya que tienes miedo de cometer algún error?, bueno, pues entonces recuerda que inclusive las malas decisiones pueden ser una excelente oportunidad de aprender, porque la única manera de aprender a tomar buenas decisiones es tomando algunas malas decisiones.

Así que, no lo pienses más, atrévete a tomar malas decisiones, hazlo con todo el valor que tengas, a fin de cuentas, esas malas decisiones te convertirán en una persona más sabia. Y si tomas la suficiente cantidad de malas decisiones y aprendes de ellas, llegará el día en que no podrás tomar más malas decisiones y serás lo mejor que puedes ser.

Autor desconocido.

domingo, 14 de febrero de 2010

Carnaval en el conventillo










Estos carnavales
quién inventaría,
estos carnavales
quién inventaría,
un viejo borracho
alegre sería....
un viejo borracho
alegre sería....

Al compás de estas estrofas que cantaban los adultos, los niños del conventillo de la calle Chuquisaca, sabíamos que había llegado el carnaval, y con el los juegos con agua, los pepinos, las chauchitas, la alegría y los bailes de los mayores.
Tendría yo siete u ocho años y de aquellas épocas vienen mis primeros recuerdos del carnaval paceño. Por la cercanía que teníamos con las calles por donde pasaba la "entrada de carnaval" del día Domingo, la primera actividad de los niños del conventillo era ir a presenciar la entrada y para ello nada mejor que dirigirnos a la estación central que era donde la entrada se iniciaba, y que quedaba a tres cuadras de la casa en que vivíamos. Después de muchos ruegos y súplicas por fin conseguíamos el permiso para ir a ver la entrada, no antes de recibir mil recomendaciones de no jugar con agua y de volver temprano. Casi siempre las encargadas de llevarnos allá eran los chicos que tenían más edad, en este caso hablo de entre trece y quince años. De la mano de ellos nos dirigíamos a la famosa Estación Central, lugar de concentración de las comparsas para la entrada del carnaval.
Era lindo ver los disfraces de la gente, que acudía a sus mejores talentos para disfrazarse ya que en esos tiempos no habían máscaras de goma ni facilidades como las actuales para elaborarse un buen disfraz. Todo había que hacerlo en forma casera y utilizando lo que había en casa. No faltaban unos cuantos carros alegóricos que nos asombraban y los infaltables pepinos que por cientos, se daban cita ya que eran el alma del carnaval. Debo confesar que desde chico siempre les tuve algo de temor a los pepinos, a pesar de que eran muy amigables con los chicos, yo ponía distancia entre ellos y mi persona; no sé si era por su voz aflautada o por que el rato menos pensado podían darte un golpe "cariñoso" con su chorizo o matasuegra, o quizás por los fuertes colores de sus trajes y su máscara con aquella proverbial nariz prominente. Lo cierto es que mientras los demás niños se divertían y hasta molestaban a los pepinos yo me ponía a buen recaudo y solo los observaba.
Cuando la gente mayor dice que antes en los carnavales habían miles de pepinos, no exagera, yo veía con asombro como para el comienzo de la entrada se reunían como moscas y a la hora del comienzo, se lanzaban en desenfrenada carrera cuesta abajo por la Avenida de las Muñecas gritando y pegando al público que se reunía para observar la entrada. ¡Eran cientos! y al poco rato después de que salían tres o cuatro comparsas y algunos carros alegóricos, ya se habían reunido otra gran cantidad para lanzarse nuevamente en ola. Esto se repetía cuatro o cinco veces en la entrada.
El pepino era el rey del carnaval, los días subsiguientes se los podía ver en cualquier calle céntrica y particularmente en la nuestra, saltando, bailando, molestando cholitas y a veces haciendo "chauchita" que consistía en reunir niños, echar unas monedas al aire y golpear con su matasuegras a los valientes que trataban de agarrar las monedas lanzadas. En algunas ocasiones, venciendo mi temor, trate de agarrar algo pero lo único que agarraba era un buen golpe del matasuegras y la risa de los demás.

A medida que la semana del carnaval avanzaba los pepinos aparecían cada vez en menor cantidad y algunos sin máscaras o con el disfraz sucio y roto. Sin embargo el domingo siguiente esa multitud de pepinos, volvía a congregarse para la "despedida” del carnaval.

jueves, 11 de febrero de 2010

Días de radio 1


Uno de los mejores regalos que recibí de mi padre en mi infancia, fue sin duda un pequeño receptor a transistores traído de uno de sus viajes a Panamá. Tenía yo en aquél entonces once años y ya sentía una enorme atracción hacia aquellos aparatos que aparte de divertir enseñaban y bastante. Eran otros tiempos claro, cuando las emisoras radiales no eran un vulgar comercio y medio de lucro, sino una verdadera pasión de algunos quijotes que trataban de hacer de sus emisoras la mejor, la más escuchada y sobre todo la más respetada.

Hasta aquél día yo tenía que compartir mis gustos radiales con mi hermana mayor que era quién monopolizaba el aparato de radio a lámpara que teníamos en casa. A partir de aquél momento me independicé totalmente y ya escuchaba mis programas preferidos en mi pequeño receptor, que además tenía un pequeño audífono para una oreja y se podía escuchar sin molestar a nadie. El único problema era que funcionaba con dos pilas y estas se agotaban muy rápidamente para mi gusto y el costo de reposición era de cinco bolivianos, casi todos mis recreos de una semana. Pero bueno el sacrificio de guardar el dinero de mis recreos para comprarme aquellas dichosas baterías, era muy bien pagado por las satisfacciones que me daba mi pequeño receptor. Escuchar el futbol los Domingos, el show de los Sábados, algunas radionovelas muy interesantes y sobre todo la música que era lo que mas me gustaba, sin que nadie me objetara, era impagable para mi.

Así comenzó mi pasión por los programas radiales de aquél entonces y de los que les iré contando de a poco. Por ahora recuerdo muy bien la ubicación de las emisoras en mi pequeño receptor: De izquierda a derecha tenía Radio Méndez, al lado Cruz del Sur, Altiplano, El Cóndor, Amauta, Illimani, Excelsior, Fides, Continental, Nueva América y Chuquisaca. De todas guardo un recuerdo, de algún buen programa, de alguna novela, de los noticiosos o de la música que difundían…

lunes, 8 de febrero de 2010

De todos modos


Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas; perdónalas de todos modos…

Si eres bondadoso, te acusarán de tener oscuros motivos egoístas; se bondadoso de todos modos…

Si tienes éxito, te ganarás amigos falsos y enemigos verdaderos; ten éxito de todos modos…

Si eres franco y sincero, la gente puede engañarte; se franco y sincero de todos modos…

Lo que te cuesta años construir, alguien podría destruirlo en una noche; construye de todos modos…

Si encuentras sosiego y felicidad, podrían envidiarte; se feliz de todos modos…

El bien que hagas hoy, muchos lo habrán olvidado mañana; haz el bien de todos modos…

Da al mundo lo mejor que tienes, y quizá nunca sea suficiente; da al mundo lo mejor que tienes de todos modos…

Autor Desconocido

jueves, 4 de febrero de 2010

En que barco viajas?


Un día se supo que la isla se hundiría. Todos prepararon sus barcos para partir, con excepción del amor, que quería permanecer en su hogar hasta el último instante.
Cuando la mayor parte de la isla estaba ya bajo el agua, el amor decidió pedir ayuda.
En ese momento pasó la riqueza en una imponente galera, y el amor le preguntó:
-Riqueza, ¿puedes ayudarme?
La riqueza le respondió:
- No, lo lamento. Llevo mucho oro y plata en mi barco. No hay forma de que quepas.
El amor se apresuró entonces a pedirle ayuda a la vanidad, que navegaba en un yate muy fino y elegantemente adornado:
- Vanidad, ¿podrías ayudarme?
Y la vanidad contestó:
- Perdóname, Amor, pero estás mojado y lleno de barro. No quisiera ensuciar mi lindo bote.
El amor vio a la tristeza:
- Tristeza, ¿puedo ir contigo?
-Oh...Amor, -replicó- estoy tan triste que prefiero estar sola.
La felicidad también rechazó la petición, porque estaba tan feliz que no quiso ocuparse de nada que le interrumpiera la dicha que sentía.
De repente, el amor escuchó una voz que lo llamaba:
- Amor, ven, acércate. Yo te llevo.
El amor estaba tan agitado, contento y aliviado, que no se le ocurrió preguntar quién lo había salvado.
Al llegar a tierra firme, el amor cayó en cuenta de su olvido y queriendo saber a quién agradecer, le preguntó a un anciano que contemplaba el océano.
- ¿Quién me ayudó?
- Fue el tiempo.-afirmó la sabiduría.
-¿El tiempo? -cuestionó incrédulo el amor- ¿Por que?
Y la sabiduría aclaró:
- Porque solo el tiempo es capaz de entender la grandeza del amor.

REFLEXIÓN:
Algunas veces dejamos de lado al amor.
¿Que nos quedará cuando todo lo demás haya pasado?
¿Valoras, agradeces y disfrutas a quienes te aman?
¿Cuál es el barco que más navegas?

Autor desconocido.

lunes, 1 de febrero de 2010

El chino y el arroz


Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un hombre chino poniendo un plato de arroz en la tumba vecina.
El hombre se dirigió al chino y le pregunto, levemente burlón:
- " Disculpe señor? de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?
- " Si ", respondió el chino, " cuando el suyo venga a oler sus flores .. "

MORALEJA:

Respetar las opiniones del otro, es una de las mayores virtudes que un ser humano puede tener.
Las personas son diferentes, por lo tanto actúan diferente y piensan diferente.
No juzgues.... solamente comprende....