miércoles, 31 de enero de 2018

Por qué cantamos


Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco móvil

usted preguntará por qué cantamos

si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza

usted preguntará por qué cantamos

si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro

usted preguntará por qué cantamos

cantamos porque el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino

cantamos por el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota

cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta

cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.

Mario Benedetti.


Publicado por JEAC.

martes, 23 de enero de 2018

Un triste adiós a "El Gráfico"


Una garúa fina e imperceptible cayó el martes en cada rinconcito de América Latina e instaló una gris melancolía. Eran nubes de tristeza. Dijo Cadícamo: “¡Hasta el cielo se ha puesto a llorar!”. La cruel noticia del cierre de la revista El Gráfico tuvo el efecto de un deceso. Formalmente, se dio por enterrado un tiempo, un sentimiento, una escuela de periodismo, una manera de comunicar emociones, un faro que orientó por casi un siglo a la crónica deportiva del continente. Acaso la única publicación que no tenía lectores, tenía hinchas. Hasta muchos se hicieron periodistas por El Gráfico
“Es como si te avisan que murió un hijo que estaba enfermo”, reflexiona Ernesto Cherquis Bialo, exdirector de la revista, cronista enorme de boxeo.
El Gráfico está metido en la piel de millones de aficionados argentinos y de muchos hermanos de América que a través de sus páginas “jugaron” Roland Garros, “corrieron” el Gran Premio de Monza, “pelearon” junto a Clay y Frazier en el Madison o “entraron” a la cancha de la mano de Pelé, Maradona, Di Stéfano, Cruyff, Eusebio o Beckenbauer. Nadie le negaba un encuentro a la revista. Las historias, anécdotas y recuerdos se apilan. El 30 de mayo de 2019 iba a cumplir 100 años. No llegó. Esta hermosa tradición fue fundada en Buenos Aires por un periodista y escritor uruguayo: Constancio C. Vigil, autor de cuentos infantiles (La hormiguita viajera, entre otros). Vigil transmitía una máxima a sus escribas:“Si una nota no provoca una sonrisa, no suscita una lágrima o no genera una polémica, esa nota no sirve para nada”.
 Allí estaban los duendes de Dante Panzeri, del monumental Osvaldo Ardizzone, de Juvenal, de El Veco, de Cherquis Bialo, del Negro Thiery; de Eduardo Rafael, quien, cuando San Lorenzo se fue al descenso, tituló su nota “¡Y tu nombre flotando en el adiós…!”, parafraseando el tango Sur.
Rondaba en esa visita impensada el aura de esos artistas-periodistas que le pusieron alas a El Gráfico y lo hicieron sobrevolar los cielos de América. Individuos que con una maquinita Remington de aquellas negras o luego con las Olivetti verde olivo hicieron reír, llorar, emocionarse a millones de personas en todo el continente… Que comentando fútbol, boxeo, ciclismo, básquet, automovilismo, tenis, rugby o remo crearon un estilo particular e inolvidable de informar, opinar, orientar y entretener. ¡Suerte mía! Levantar la cabeza y ver tecleando a Juvenal, a Cherquis, a Proietto, a Rafael, José Luis Barrio, Gorín con sus columnas picantes (lo primero que yo leía). Uno era compañero, pero le daban ganas de aplaudir.
“Torneos lamenta informar que ha decidido discontinuar la versión impresa de El Gráfico. Esta triste decisión se tomó en un contexto global de decreciente consumo de medios impresos que ha afectado a nuestra revista”, comunicó la empresa. El cumpleaños 99 no tendrá torta, habrá velas. Alguien, desde el amparo de sus números prolijos y acaso irrebatibles, decretó el fallecimiento de la revista más emblemática de América Latina. Así, de cuajo. Ni velatorio hubo. Triste. La leyenda es diferente, sobrevivirá siempre.

Jorge Barraza. (Extracto de una publicación realizada en el periódico La Razón)


Publicado por JEAC.

miércoles, 17 de enero de 2018

Maestría en el vivir


Dichoso el que se acepta a sí mismo y acepta a los demás, sin beber las aguas turbias de la envidia.
Dichoso el que trabaja con lo bueno que hay en todos los seres, sin amargarse la vida por errores propios o ajenos.
Dichoso el que evita compararse con los demás, y sabe equilibrar la suavidad con la firmeza.
Dichoso el que es enemigo del chisme y amigo de la verdad, el que es tolerante y comprensivo.
Dichoso el que no viaja al ayer con rencor, ni al futuro con angustia, sino que vive el hoy con entusiasmo.
Dichoso el que tiene a Dios como amigo y a todos como hermanos, amando igualmente a la naturaleza y a toda forma de vida.
Dichoso el que dedica tiempo a los seres amados y pone su hogar antes que el trabajo y el dinero.
Dichoso el que actúa con ética y sabe elegir lo mejor, sin lastimarse ni lastimar.

Tomado de la web.


Publicado por JEAC.

jueves, 11 de enero de 2018

Disfrutar de la vida


Un hombre rico y emprendedor se horrorizó cuando vio a un pescador tranquilamente recostado junto a sus barca contemplando el mar y fumando apaciblemente su pipa después de haber vendido el pescado.
-Por qué ? no has salido a pescar? le preguntó el hombre emprendedor.
-Porque ya he pescado bastante por hoy..¡ -respondió el apacible pescador.
-Por qué? no pescas más de lo que necesitas?
-Insistió el industrial.
-Y qué iba a hacer con ello? -preguntó a su vez el pescador.
-Ganarías más dinero. Fue la respuesta. podrías poner un motor nuevo que haría más potente a tu barca.
Y podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nylon, con las que sacarías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas. Y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico y poderoso como yo.
-Y que haría entonces? -preguntó de nuevo el pescador.
-Podrías sentarte y disfrutar de la vida respondió el hombre emprendedor.
-Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento? -respondió sonriendo el apacible pescador.
¡eso es precisamente lo que hago!

Moraleja: No son necesarios ni dinero ni poder para ser feliz en la vida. Basta con disfrutar lo que uno tiene.

Autor desconocido.


Publicado por JEAC.

viernes, 5 de enero de 2018

El cuento de Latif


Latif era el pordiosero más pobre de la aldea. Cada noche dormía en el zaguán de una casa diferente, frente a la plaza central del pueblo.
Cada día se recostaba debajo de un árbol distinto, con la mano extendida y la mirada perdida en sus pensamientos. Cada tarde comía de la limosna o de los mendrugos que alguna persona caritativa le acercaba.
Sin embargo, a pesar de su aspecto y de la forma de pasar sus días, Latif era considerado por todos, el hombre más sabio del pueblo, quizás no tanto por su inteligencia, sino por todo aquello que había vivido.
Una mañana soleada el rey en persona apareció en la plaza. Rodeado de guardias caminaba entre los puestos de frutas y baratijas buscando nada.
Riéndose de los mercaderes y de los compradores, casi tropezó con Latif, que dormitaba a la sombra de una encina. Alguien le contó que estaba frente al más pobre de sus súbditos, pero también frente a uno de los hombres más respetados por su sabiduría.
El rey, divertido, se acercó al mendigo y le dijo:
- “Si me contestas una pregunta te doy esta moneda de oro.”
Latif lo miró, casi despectivamente, y le dijo:
- “Puedes quedarte con tu moneda, para qué la querría yo? ¿Cuál es tu pregunta?
Y el rey se sintió desafiado por la respuesta y en lugar de una pregunta banal, se despachó con una cuestión que hacía días lo angustiaba y que no podía resolver. Un problema de bienes y recursos que sus analistas no habían podido solucionar.
La repuesta de Latif fue justa y creativa.
El rey se sorprendió; dejó su moneda a los pies del mendigo y siguió su camino por el mercado, meditando sobre lo sucedido.
Al día siguiente el rey volvió a aparecer en el mercado. Ya no paseaba entre los mercaderes, fue directo a donde Lafit descansaba, esta vez bajo un olivar. Otra vez el rey hizo una pregunta y otra vez Latif la respondió rápida y sabiamente. El soberano volvió a sorprenderse de tanta lucidez. Con humildad se quitó las sandalias y se sentó en el suelo frente a Latif.
- “Latif te necesito,” le dijo. “Estoy agobiado por las decisiones que como rey debo tomar. No quiero perjudicar a mi pueblo y tampoco ser un mal soberano. Te pido que vengas al palacio y seas mi asesor. Te prometo que no te faltara nada, que serás respetado y que podrás partir cuando quieras… por favor.”
Por compasión, por servicio o por sorpresa, el caso es que Latif, después de pensar unos minutos, aceptó la propuesta del rey.
Esa misma tarde llegó Latif al palacio, en donde inmediatamente le fue asignado un lujoso cuarto a escasos doscientos metros de la alcoba real.
En la habitación, una tina de esencias y con agua tibia lo esperaba.
Durante las siguientes semanas las consultas del rey se hicieron habituales.
Todos los días, a la mañana y a la tarde, el monarca mandaba llamar a su nuevo asesor para consultarle sobre los problemas del reino, sobre su propia vida o sobre sus dudas espirituales.
Latif siempre contestaba con claridad y precisión.
El recién llegado se transformó en el interlocutor favorito del rey. A los tres meses de su estancia ya no había medida, decisión o fallo que el monarca no consultara con su preciado asesor.
Obviamente esto desencadenó los celos de todos los cortesanos que veían en el mendigo-consultor una amenaza para su propia influencia y un perjuicio para sus intereses materiales.
Un día todos los demás asesores pidieron audiencia con el rey. Muy circunspectos y con gravedad le dijeron.
- “Tu amigo Latif, como tú llamas, está conspirando para derrocarte.”
- “No puede ser” dijo el rey. “No lo creo.”
- “Puedes confirmarlo con tus propios ojos,” dijeron todos. “Cada tarde a eso de las cinco, Latif se escabulle del palacio hasta el ala Sur y en un cuarto oculto se reúne a escondidas, no sabemos con quién. Le hemos preguntado a dónde iba alguna de esas tardes y ha contestado con evasivas. Esa actitud terminó de alertarnos sobre su conspiración.”
El rey se sintió defraudado y dolido. Debía confirmar esas versiones.
Esa tarde a las cinco, aguardaba oculto en el recodo de una escalera.
Desde allí vio cómo, en efecto, Latif llegaba a la puerta, miraba hacia los lados y con la llave que colgaba de su cuello abría la puerta de madera y se escabullía sigilosamente dentro del cuarto.
- “Lo visteis” gritaron los cortesanos, “lo visteis?”
Seguido de su guardia personal el monarca golpeó la puerta.
- “¿Quién es?” dijo Latif desde adentro.
- “Soy yo, el rey,” dijo el soberano. “Ábreme la puerta.”
Latif abrió la puerta.
No había nadie allí, salvo Latif.
Ninguna puerta, o ventana, ninguna puerta secreta, ningún mueble que permitiera ocultar a alguien.
Sólo había en el piso un plato de madera desgastado, en un rincón una vara de caminante y en el centro de la pieza una túnica raída colgando de un gancho en el techo.
- “¿Estás conspirando contra mi Latif?” pregunto el rey.
- “¿Cómo se te ocurre, majestad?” contesto Latif. “De ninguna forma, ¿por qué lo haría?”
- “Pero vienes aquí cada tarde en secreto. ¿Qué es lo que buscas si no te ves con nadie? ¿Para qué vienes a este cuchitril a escondidas?”
Latif sonrió y se acercó a la túnica rotosa que pendía del techo. La acarició y le dijo al rey:
- “Hace sólo seis meses cuando llegué, lo único que tenía eran esta túnica, este plato y esta vara de madera” dijo Latif. “Ahora me siento tan cómodo en la ropa que visto, es tan confortable la cama en la que duermo, es tan halagador el respeto que me das y tan fascinante el poder que regala mi lugar a tu lado… que vengo cada día para estar seguro de no olvidarme de QUIÉN SOY Y DE DÓNDE VINE”.
ASÍ ES:
NUNCA DEBEMOS OLVIDAR QUIENES SOMOS Y DE DONDE VENIMOS, LA VIDA DA MUCHAS VUELTAS Y PODEMOS REGRESAR SIEMPRE AL MISMO LUGAR!!

Jorge Bucay.


Publicado por JEAC.

lunes, 1 de enero de 2018

Lindo poema para comenzar el 2018


No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.


Walt Whitman.


Publicado por JEAC.