sábado, 22 de septiembre de 2018
Frases sabias de Lao-Tse
- Quien conoce a los hombres es inteligente.
- Quien se conoce a si mismo es iluminado.
- Quien vence a los otros posee fuerza.
- Quien se vence a si mismo es poderoso.
- Quien se conforma con lo que tiene es rico.
- Quien obra con vigor posee voluntad.
- Quien se mantiene donde encontró su hogar, perdura largamente.
- Morir y no perecer, es la verdadera longevidad.
- Cuando te des cuenta de que lo que haces a otro te lo haces a ti mismo, habrás entendido la gran verdad.
Recopilado por JEAC.
Publicado por JEAC.
miércoles, 12 de septiembre de 2018
El auge del idioma Aymara (Parte 2-Final)
El aymara es un idioma sufijante,
aglutinante y algebraico: a una raíz nominal o verbal se pueden sumar hasta 15
sufijos.
Por ejemplo,
“Aruskipt’asiñanakasakipunirakispawa” es una sola palabra que significa “Tenemos
que conversar, no más, siempre” o “Debemos comunicarnos, no más,
siempre”.
“Cuando hablas el idioma, ahí está toda
la cultura aglutinada: el llanto, la risa, las bromas”, dice Siñani. “Nuestros
ancestros vivían en comunión con la Madre Tierra y con el cosmos. Respetaban a
las plantas, a los animales, a las piedras sagradas, a los cerros y a las
deidades. Convivían: pareciera que cada objeto tenía vida para ellos. Pero con
la invasión de los españoles, todo eso se ha roto”.
Siñani, que además de dar clases en el
aula también las da por radio, nació en la provincia de Los Andes, al oeste de
La Paz. Trabajó como maestra de escuela en los valles y en el altiplano por una
década antes de mudarse a El Alto, adonde ya vivían sus tres hijos. Llegó a la
radio para dar clases de alfabetización en castellano, pero terminó enseñando
aymara. Su padre, Juan, era un profesor de escuela, como ella. Su madre,
Valentina, en cambio, fue una campesina que sólo sabía hablar en
aymara.
El aymara viaja a todo el mundo con los
migrantes. “Algunos ya no quieren hablarlo, pero es difícil que olviden su
identidad”, dice Siñani. “Pueden pensar: ‘Allá seré otro pero cuando vuelva,
volveré a ser yo mismo’”.
En los primeros días de noviembre de
2016, Fabiola Acarapi Álvarez, una estudiante de Ingeniería en Sistemas de la
Universidad Católica Boliviana que por entonces tenía 18 años, decidió crear una
app para aprender aymara. Estaba terminando su segundo curso de Programación y
se entusiasmaba haciendo aplicaciones básicas. Algunos de sus amigos cursaban
una materia de aymara en la universidad y no les resultaba fácil, así que ella
(que además aprendía inglés por su cuenta con Duolingo) les dijo: “¿Por qué no
buscan una aplicación?”. Pero no había ninguna demasiado buena. “Me dije: ‘¿Por
qué no hacerlo? Tengo las habilidades y el tiempo. Lo hago’. Y lo hice”, cuenta
ahora.
Usó Android Studio. Le llevó un mes.
Cuando la tuvo, se la pasó a sus amigos y ellos, a los suyos. Luego le agregó
más palabras, más frases y más verbos, y decidió invertir 29 dólares para
subirla a Play Store con el nombre de “Aprende Aymara”. En marzo de 2017 ya
tenía 5.000 descargas. Se expandió hacia Chile y Perú. Y un año y medio después
tiene 17.000 descargas, algunas desde sitios tan alejados como los Estados
Unidos y el Reino Unido. Ahora Acarapi Álvarez está desarrollando una nueva
versión para niños: su hermanita de 13 años es la tester principal.
Acarapi Álvarez es hija de un profesor
de Matemáticas en colegios alejados de El Alto y de una vendedora de
instrumentos musicales. Todo lo hace sola, de modo independiente y gratis. “Dar
un nivel básico de aymara no debe ser monetizado”, dice. “No gano dinero, pero
aprendo haciendo y además logro un impacto social con chicos a los que les gusta
el aymara. Estoy enfocada a crear un impacto social, a ver soluciones con la
tecnología”.
Su tío, que vive lejos de La Paz, y su
abuelo, que tiene 92 años y que nació a orillas del lago Titicaca, son sus dos
ayudantes principales y quienes ponen voz a las grabaciones de la app. “El
Ministerio de Educación ha editado muchos diccionarios, pero ¿por qué no
hacerlos en digital y públicos, abiertos a todo el mundo?”, dice.
Mucha gente le escribe. Hace poco, un
hombre le preguntó cómo se dice “guerrero” en aymara: quería llamar así a su
hijo.
De las lenguas autóctonas de
Sudamérica, el aymara es la tercera más extendida luego del quechua y el
guaraní. Es hablada también en Perú, en Chile y escasamente en Argentina, y se
calcula que es el primer idioma del 18% de los bolivianos, que son casi 2
millones de personas, y que otro millón también lo conoce. En esta nueva edad
dorada del aymara, Álvaro García Linera (el vicepresidente de Evo Morales, el
líder que impulsó la creación del Estado Plurinacional en 2010) dijo que “en el
futuro, el que no sepa una lengua indígena estará perdido, será considerado un
ignorante”.
Si, como pensaba el filósofo y
lingüista Ludwig Wittgenstein, la experiencia de hablar un idioma conduce a una
percepción determinada del mundo, entonces el mundo no es el mismo para el
aymara que para el castellano. “El idioma aymara es de una riqueza muy dulce
para la comunicación y la conversación; mucho más que el castellano”, dice la
profesora Sonia Siñani. “En aymara te hablan muy ‘suavito’ y con sentimiento,
por eso es ameno y cariñoso”.
martes, 4 de septiembre de 2018
El auge del idioma Aymara (Parte 1)
El idioma de las palabras
alucinantes como “Aruskipt’asiñanakasakipunirakispawa”
Un grupo de estudiantes pasa al frente a dar una
lección sobre hierbas medicinales y remedios naturales en un aula donde se
dictan clases de lengua aymara. Llevan consigo ramitas de ruda, de chachacoma y
de lampaya, y las muestran hablando en ese idioma, que fue de los collas y de
otros pueblos andinos que habitaron las tierras de Bolivia y Perú. Pero como el
idioma aymara es mucho más que palabras y sonidos, la clase termina con una
degustación de papas y ajíes. “La lengua sin la cultura no es lengua, y la
cultura sin la lengua no es cultura”, dice Sonia Siñani, la profesora, que viste
una amplia pollera, una mantilla clara y un sombrero al estilo tradicional de
las cholas paceñas.
En El Alto, una populosa ciudad satélite de La
Paz, Siñani se toma tres autobuses y taxis compartidos para venir todos los días
a dar clases en tres turnos: mañana, tarde y noche. El aula está adentro de la
radio San Gabriel, que fue fundada por un sacerdote en 1955 para evangelizar y
alfabetizar a la población originaria, y que desde 1986 da clases de aymara a
distancia y también en presencia. “Aquí en Bolivia, las 36 lenguas originarias
han recuperado su importancia”, dice Siñani. “Se trata de revalorizar nuestra
cultura y de comunicarnos con los hablantes aymaras de las
provincias”.
El renacimiento de la lengua aymara viene desde
2012, cuando Bolivia, reconvertido en un Estado Plurinacional, dictó su Ley
General de Derechos y Políticas Lingüísticas. Allí, entre otras cosas, se ordena
“recuperar, vitalizar, revitalizar y desarrollar los idiomas oficiales en riesgo
de extinción, estableciendo acciones para su uso en todas las instancias del
Estado Plurinacional de Bolivia”.
El aymara había sido declarado como un idioma
oficial de este país ya en 1977, pero en la actualidad los 360.000 funcionarios
públicos deben aprenderlo (o alguna otra lengua originaria), son traducidas las
leyes y las disposiciones, y las escuelas enseñan esos idiomas nativos junto al
castellano y a los extranjeros (por eso, desde 2013 el gobierno ha capacitado a
unos 138.000 profesores de lenguas originarias). Pero todavía no hay una
academia de la lengua aymara y su escritura no ha sido homologada. “Nos hace
falta”, dice Siñani.
Todo esto ocurre en tiempos de conglomeración
lingüística, cuando idiomas colosales como el inglés, el chino mandarín y el
español avanzan por sobre los idiomas locales u originarios. Según el Atlas
UNESCO de las lenguas del mundo en peligro, unos 3.000 idiomas están en riesgo
de desaparecer, de un total de 7.000 existentes en el mundo. El 4% de los
idiomas son hablados por el 96% de la población mundial y, por otro lado, el 96%
de las lenguas son utilizadas por el 4% de los habitantes. Hay más de 200
idiomas que tienen apenas 10 hablantes. (Continuará)
Javier Sinay.
Publicado por JEAC.
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