domingo, 20 de julio de 2025

Frases de Epicuro

 

¿Sabes cómo encontrar el tesoro más valioso? No está en bancos ni cofres, sino dentro de tu propia mente...

En un jardín de Atenas, hace más de 2,300 años, Epicuro reunía a sus discípulos para enseñarles una verdad revolucionaria: - "El hombre más rico no es el que tiene más, sino el que necesita menos". Mientras el mundo helénico se obsesionaba con conquistas y riquezas, este filósofo proponía un camino diferente hacia la felicidad: la ataraxia, esa serenidad del alma que nada exterior puede alterar.

Epicuro no hablaba desde la teoría. Vivía modestamente en su "Jardín", comunidad donde compartía pan sencillo, queso ocasional y conversaciones profundas. - "¿Por qué temes a los dioses si no intervienen en tu vida?", cuestionaba. - "¿Por qué ansías fama si es esclavitud disfrazada?". Sus enseñanzas demolían las ansiedades que hoy seguimos arrastrando: el miedo a la muerte, la obsesión por el futuro, la adicción al placer efímero.

Lo fascinante es que esta filosofía nacida en el siglo IV a.C. resulta más vigente que nunca en nuestra era de hiperconsumo. Epicuro distinguía entre deseos naturales (comer, abrigarse) y vanos (fama, lujos excesivos). - "Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco", advertía. Su receta para la paz mental incluía amistades auténticas, autosuficiencia moderada y tiempo para reflexionar.

Hoy, cuando el estrés y la insatisfacción crónica son epidemias globales, el Jardín de Epicuro sigue ofreciendo sombra a quienes buscan alivio. No se trata de renunciar a todo, sino de discernir qué realmente aporta calma duradera. La próxima vez que sientas que la vida exige demasiado, recuerda su pregunta más provocadora: ¿Qué perderías realmente si dejaras de perseguir lo que no necesitas?

© Edición protegida por Asombroso

Publicado por JEAC.

martes, 24 de junio de 2025

El cielo y el infierno

 

Un samurái preguntó por el cielo… y casi desató el infierno.

Un guerrero fue a visitar al maestro Hakuin, en busca de sabiduría.
—¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo?
—¿Dónde están sus puertas? —preguntó—. ¿Cómo puedo encontrarlas?
Hakuin lo miró con calma y le respondió con otra pregunta:
—¿Y tú quién eres?
—Soy un samurái. Un comandante.
Hasta el emperador me respeta.
El maestro sonrió:
—¿Tú? Pareces más un mendigo que un guerrero.
El samurái, herido en su orgullo, desenvainó su espada, dispuesto a matar al anciano.
Pero entonces, Hakuin lo miró fijamente y dijo:
—Ésa… es la puerta del infierno.
El samurái comprendió.
Volvió a envainar su arma, respiró hondo, y se inclinó con respeto.
—Y esa… es la puerta del cielo —dijo el maestro.
El infierno y el cielo no son lugares lejanos.
Son elecciones que habitan en cada instante.

Desconozco al autor.

Publicado por JEAC.

sábado, 31 de mayo de 2025

Aprender de las hormigas

 

Una vez, al despertarme en la naturaleza temprano por la mañana, noté algo sorprendente.
En una botella de cinco litros de agua que había dejado abierta desde la noche anterior, habían caído varias decenas de hormigas. Se agitaban caóticamente en el agua transparente, como si cada una luchara por su vida.
Al principio, me pareció que se estaban ahogando unas a otras, salvándose a costa de la muerte ajena.
Este pensamiento me provocó repulsión, y me di la vuelta, decidiendo no intervenir.
Sin embargo, después de dos horas, la curiosidad pudo más, y volví a mirar en la botella.
Mi asombro no tuvo límites: ¡las hormigas estaban vivas! Además, habían formado una verdadera isla viviente, una pirámide, en la que unas se sostenían sobre otras, manteniéndose a flote como toda una colonia.
Contuve el aliento y comencé a observar. Aquellas que estaban abajo realmente se sumergían en el agua, pero no para siempre. Al cabo de un tiempo, eran reemplazadas por hormigas de la capa superior, que bajaban voluntariamente. Las que estaban cansadas subían arriba, sin prisa, sin empujar a las demás.
Nadie intentaba salvarse primero. Al contrario, cada una se esforzaba por ir donde estaba más difícil. Este sistema coordinado de ayuda mutua me conmovió hasta lo más profundo.
No pude resistir. Encontré una cuchara que pasaba fácilmente por el cuello de la botella y la introduje con cuidado. Al ver la salvación, las hormigas comenzaron a salir una por una, sin generar ni una gota de pánico.
Todo iba bien, hasta que una de ellas, debilitada, resbaló de nuevo al agua, sin alcanzar el borde.
Y entonces ocurrió algo que recordaré toda mi vida.
La última hormiga, ya casi fuera, de repente volvió atrás. Bajó, como diciendo: «¡Aguanta, hermano, no te dejaré!»
Se sumergió en el agua, se aferró firmemente al que se estaba ahogando, pero no podía sacarlo por sí sola. No pude resistir, acerqué la cuchara, y entonces ambos salieron, vivos, juntos.
Este episodio me conmovió más que cualquier película o libro sobre amistad y sacrificio. Sentí una tormenta de emociones: primero, condena, por haber tomado a las hormigas por seres insensibles; luego, asombro por su resistencia; admiración por su disciplina y valiente sacrificio… Y al final, vergüenza.
Vergüenza por los humanos. Por nosotros. Por la indiferencia, por cómo nos perdemos unos a otros en pos de beneficios, por lo raro que es que alguien vuelva para salvar al débil. Construimos muros, en lugar de crear puentes vivos.
Si las hormigas, pequeñas criaturas, son capaces de tal coordinación y abnegación, ¿por qué nosotros, los humanos, tan a menudo somos sordos al sufrimiento ajeno?
Ese día comprendí una cosa: la verdadera fuerza está en la unidad. Y si alguien aún no sabe cómo vivir correctamente, que aprenda de las hormigas.

Autor desconocido

Publicado por JEAC

martes, 6 de mayo de 2025

Señor Futuro

 

Estimado señor Futuro,
De mi mayor consideración:
Le estoy escribiendo esta carta para pedirle un favor. Usted sabrá disculpar la molestia.
No, no tema, no es que quiera conocerlo. Ha de ser usted un señor muy solicitado, habrá tanta gente que querrá tener el gusto; pero yo no. Cuando alguna gitana me atrapa la mano, para leerme el porvenir, salgo corriendo a la disparada antes de que ella pueda cometer semejante crueldad.
Y, sin embargo, usted, misterioso señor, es la promesa que nuestros pasos persiguen queriendo sentido y destino. Y es este mundo, este mundo y no otro mundo, el lugar donde usted nos espera. A mí, y a los muchos que no creemos en los dioses que nos prometen otras vidas en los lejanísimos hoteles del Más Allá.
Y ahí está el problema, señor Futuro. Nos estamos quedando sin mundo. Los violentos lo patean, como si fuera una pelota. Juegan con él los señores de la guerra, como si fuera una granada de mano; y los voraces lo exprimen, como si fuera un limón. A este paso, me temo, más temprano que tarde el mundo podría no ser más que una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin alma.
De eso se trata, señor Futuro. Yo le pido, nosotros le pedimos, que no se deje desalojar. Para estar, para ser, necesitamos que usted siga estando, que usted siga siendo. Que usted nos ayude a defender su casa, que es la casa del tiempo.
Háganos esa gauchada, por favor. A nosotros y a los otros: a los otros que vendrán después, si tenemos después.
Le saluda atentamente,
Un terrestre
Eduardo Galeano

Publicado por JEAC.

sábado, 26 de abril de 2025

Te deseo tiempo

 

Poema de Indios Americanos.
No te deseo un regalo cualquiera,
te deseo aquello que la mayoría no tiene,
te deseo tiempo, para reír y divertirte,
si lo usas adecuadamente podrás obtener de él lo que quieras.
Te deseo tiempo para tu quehacer y tu pensar
no sólo para ti mismo sino también para dedicárselo a los demás.
Te deseo tiempo no para apurarte y andar con prisas
sino para que siempre estés contento.
Te deseo tiempo, no sólo para que transcurra,
sino para que te quede:
tiempo para asombrarte y tiempo para tener confianza
y no sólo para que lo veas en el reloj.
Te deseo tiempo para que toques las estrellas
y tiempo para crecer, para madurar. Para ser tu.
Te deseo tiempo, para tener esperanza otra vez y para amar,
no tiene sentido añorar.
Te deseo tiempo para que te encuentres contigo mismo,
para vivir cada día, cada hora, cada minuto como un regalo.
También te deseo tiempo para perdonar y aceptar.
Te deseo de corazón que tengas tiempo,
tiempo para la vida y para tu vida.

Tomado de la web.

Publicado por JEAC.

viernes, 4 de abril de 2025

Hubo un tiempo (2DA. PARTE)

 

Hubo un tiempo en el que no había mensajes, pero había miradas que lo decían todo.
Donde no existían los likes, pero la gente se conocía y se saludaba en las calles...
Hubo un tiempo donde el consejo de un padre era mejor que cualquier búsqueda en Google, y la historia de un abuelo era más cierta que cualquier referencia en Wikipedia.
Hubo un tiempo donde no existía el correo electrónico, pero recibías notas, postales y cartas de amor.
Tiempos donde nadie te insultaba escondido en el anonimato de una red social, y era en la barra de un bar donde se discutía con argumentos, con respeto y compartiendo el vino.
Hubo un tiempo donde la gente no aparentaba lo que no era.
Donde no existía el photoshop ni los filtros.
Y eran los años los que se encargaban de dibujar las arrugas.
Si, añoro aquellos tiempos donde todo era más sencillo, más de verdad.
Donde en vez de vibrarnos el teléfono
Nos vibraba el corazón...️❤️

Desconozco el autor.

Publicado por JEAC.

lunes, 24 de marzo de 2025

Hubo un tiempo

 


Hubo un tiempo en el que el sol marcaba las horas
y la música siempre sonaba a lo lejos,
la gente se sentaba en las aceras
y los niños jugaban en la calle,
En aquel tiempo se respetaban los años
y los mayores eran ejemplo y el camino más seguro,
todos se conocían y se ayudaban,
se daban las gracias y se pedían perdón.
Hubo un tiempo en el que las familias
se juntaban alrededor de una mesa
y los padres hablaban con sus hijos,
era un tiempo en el que el dinero no lo era todo
y el cielo era azul, el aire limpio y el agua más clara.
Hubo un tiempo, en el que todo era sencillo,
las manzanas sabían a manzanas
y los besos a gloria.
Hubo un tiempo, hace tiempo,
en el que el tiempo no existía.

Fernando García.

Publicado por JEAC.