Encontré este artículo en el diario Olé de Argentina y me
pareció bueno como para ponerlo en el blog en este día de clásico Español con
los dos monstruos que se enfrentan: el Barcelona y el Real Madrid. Yo estaré
pegado a mi pantalla de televisor observando el partido…y ojalá que gane el
fútbol….
Dos Formas de pensar el mundo (Martín
Caparros)
“Un equipo con chicos de Inferiores que cambió la noción
del fútbol contra uno armado a golpe de chequera que juega a no jugar; el pibe
corto que reinventa la pelota a cada toque frente al galán de opereta... Dos
estilos. Y una Liga en juego.
Se ve que el Gran Guionista anda desesperado. Ya no sabe
qué hacer: hay tantas historias, chismes, escandaletes, noticias en los diarios
que cada vez le cuesta más impresionar o sorprender o conmover. Por eso, estos
últimos años, se fue de mambo con el libreto futbolero: se le ocurrió la
historia exagerada del Barcelona-Madrid.
Algún día alguien va a abrir el armario equivocado y va a
descubrir que Guardiola se merienda un inmigrante guaraní cada jueves a la hora
de la siesta, o que Xavi e Iniesta embeben sus botines con un veneno que
acalambra las pantorrillas de sus marcadores, o que los niños de La Masía pasan
sus noches cortando cocaína para vender en los geriátricos. Pero, mientras
tanto, el Fútbol Club Barcelona se parece tanto a la perfección que resulta casi
empalagoso. Un equipo que juega el mejor fútbol que se haya visto nunca –que
cambió nuestra noción de fútbol–, que reúne una elegancia inverosímil con un
espíritu de sacrificio casi innecesario, que junta dos o tres de los cinco
mejores jugadores del mundo como quien junta figuritas en la escuela, que no
pierde la paciencia por más que lo cosan a patadas, que festeja cada gol –de
Messi– como si cada gol fuera de todos y que, para colmo, en esta época tan
brutalmente mercantil, está formado por chicos de las Inferiores.
Y enfrente el Malo Planetario: un plantel armado a golpe de
chequera donde los chicos del club no mojan ni vestidos, un técnico bocón que no
para de inventar triquiñuelas y llorar y dejar en el banco a sus grandes
jugadores para reemplazarlos por picapiedras turcos, un equipo de 500 millones
de dólares que juega a no jugar y apuesta a la destrucción y el pelotazo: que
intenta un fútbol feo sólo para ganar –pero no gana.
Y para guinda, por supuesto, el duelo individual, las dos
estrellas enfrentadas: el pibe corto que nunca dice nada y que, en el barrio,
tendría problemas para levantarse a la gordita pero reinventa la pelota a cada
toque contra el galán de opereta tan peinado, matón de esquina que irrita de
sólo verlo gesticular o quejarse o morfarse 100 bolas por partido. Eso para no
hablar de que el muchachito es nuestro –¿nuestro?– y el galán trucho tan lejano.
Pero los dos tienen, hasta esta noche, 41 goles en 33 fechas de Liga que se
llevan jugadas hasta hoy: imposible.
En cualquier caso, no recuerdo que haya habido nunca tal
acuerdo de que esos dos equipos son los mejores equipos del mundo, y esos dos
jugadores los mejores jugadores del mundo, y que esos dos equipos y esos dos
jugadores coincidan en el tiempo y los torneos y se enfrenten una y otra vez.
Esta noche española, de nuevo, por el premio mayor: el campeonato, que por ahora
lidera el Madrid por cuatro puntos.
Lo sabemos: jugaron varias veces y la ventaja es clara para
el Barcelona, y Mourinho desespera porque ya probó distintas soluciones –esperar
atrás, tratar de controlar el medio campo, meter cuatro adelante– y ninguna
resultó del todo. Pero esta noche el Barsa necesita ganar y el Madrid necesita
no perder: eso va a extremar sus estilos respectivos. Un equipo que juega con la
pelota, uno que juega en contra. Los dos técnicos tienen todos sus jugadores:
los dos van a poder decidir qué pretenden. Seguramente el Barsa va a atacar y
hacer correr con arte la pelota buscando la fisura; el Madrid va a defender y
correr de vez en cuando con la pelota tratando de fisurar con su potencia. Es
probable que mucho dependa de eso que hace que el fútbol sea tan atractivo, tan
injusto: la precisión del tiro del final, esos cinco centímetros. El Barcelona
va a tener varias chances –de ésas que últimamente no consigue meter–; el Madrid
va a tener menos –de ésas que casi siempre mete. Ahí, sospecho, va a estar la
clave del partido.
Entonces esta noche, otra vez, el relato sobreactuado de
estos tiempos. Lírica contra producción, el culto a la belleza contra el culto a
la eficacia –pero, aquí, inesperadamente, resulta que la belleza es eficaz y la
eficacia no es ni eficaz ni, por supuesto, bella. Es curioso que cada partido
entre estos dos ponga en juego dos formas de pensar el fútbol, dos formas de
pensar el mundo –y que, por ahora, siempre gane la buena. Es una confusión:
sabemos que, en el mundo real, los buenos ganan poco. Estos partidos son una
forma de demostrar que el fútbol es diferente de la vida. Y, por eso, nos
calienta tanto.
Esta noche juegan el Barcelona y el Madrid, y voy a ir a la
cancha. Que me perdonen quienes deben, pero hace mucho que no tenía tantas
ganas”.
JEAC.
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