lunes, 26 de septiembre de 2016

El guerrero insatisfecho


ESCUCHE DECIR AL VIENTO…
Insatisfacción sutil, descontento en el fondo, eso sentía el guerrero.
Ya habían pasado estaciones completas desde que recibió ese nombre – desde que fue nombrado guerrero - desde que la tierra y el invierno así lo nombraron, atrás habían quedado los momentos en que de niño escuchó sobre la creación del hombre, cuando le contaron como los dioses danzantes habían juntado tierra, agua, aire, fuego y espacio para dar forma y vida a los seres humanos. Ahora eran sólo cuentos infantiles, historias lejanas.
No sabía muy bien si era impaciencia, prisa, tristeza, miedo o sólo insatisfacción, pero en el fondo, por lo bajito, esa sensación estaba siempre. No es que siempre la notara, no… la caza, la pesca, su arduo entrenamiento lo hacían olvidarla, no percibirla, pero en cuanto había calma, en cuanto surgía el silencio, no podía evitar sentirla nuevamente, tan ligera y al mismo tiempo tan presente.
Y era entonces cuando buscaba más…. Siempre más…. Cada vez más…. Pensando que algo le faltaba, que la felicidad estaría en la siguiente experiencia, en el siguiente aprendizaje, que esa persistente sensación de descontento se iría cuando cazara la siguiente presa, tal vez en el invierno cuando fueran por el alce gigante, o a la mejor cuando dominara el arco de 2016-Laberinto de amor sauce, o quizá en la primavera cuando se reunieran los guerreros y los sabios, y así seguía siempre buscando más, cada vez más….
Insatisfacción sutil, descontento en el fondo.
Sólo que esta vez, mientras caminaba en el sendero del bosque rumbo a la pradera en que entrenaba, en su mente surgió su abuela, y la historia casi olvidada, esa… la de la creación del hombre, y al observar la mirada de esa anciana en su mente, su cuerpo sonrío… y sólo fue entonces… cuando sin buscarlo, sin proponérselo… se conectó con el bosque y el sendero, los empezó a ver realmente… cada hoja, cada rama, cada roca, cada brizna… juntas brillando, como lo hacían siempre y él no había observado…
Los empezó a escuchar verdaderamente… cada crujir, cada silbar, cada crecer… juntos sonando armónicamente, como lo hacían siempre y él no había escuchado… los empezó a sentir auténticamente… el camino bajo sus pies, el aire tocando su piel… y entonces no sólo fue guerrero, sino también bosque y camino.
Y entonces fue cuando la insatisfacción dio paso a los dioses danzantes, los que nunca se habían ido, los que en su bailar dan vida, los que con su risa crean…
Y si, ahora se supo espacio, que llega hasta todos lados, que todo lo contiene, que todo lo abarca… observó su mente, potencial infinito…
Ahora sintió su tierra, sólida y creciente, su forma de montaña y de campo… percibió su cuerpo, se supo fértil…
Ahora experimentó ser agua, fluyendo como río, cayendo como lluvia, sonriendo como ola… sintió su sangre, movimiento y vida…
Ahora fue también aire, transparente viento, aliento ligero, vuelo… inhalando y exhalando, inspiración y libertad…
Ahora descubrió su fuego, también danzante, justo en su centro, calor, luz, se volvió llama… corazón latiendo, amor, compasión, deseo…
Gozo sutil, alegría en el fondo, eso siente el guerrero. En el fondo, en lo bajito sensación siempre presente.
Y justo en su centro… descubre la danza… bailan tierra y espacio, reencuentra al agua y al aire, fiesta de fuego… baile de mente y de cuerpo, reencuentro de sangre y aliento, fiesta desde el corazón.

Sergio Hernández Ledward


Publicado por JEAC.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

El árbol de los amigos

Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren todo el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, más otras apenas las vemos entre un paso y otro. A todas la llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.

Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza cada uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro papa y nuestra mama, nos muestra lo que es la vida. Después vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer con nosotros.

Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.

Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz.

También existen aquellos amigos por un tiempo, unas vacaciones, o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro durante el tiempo que estamos cerca.

Hablando de cerca no podemos olvidar a los amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre hoja y hoja.

El tiempo pasa el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otra permanecen por muchas estaciones.

Pero lo que nos deja más felices es darnos cuenta que aquellas que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son momentos de recuerdos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.

Te deseo hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad. Hoy y siempre…. Simplemente porque cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre dejan un poco de si y se llevan un poco de nosotros… Habrá de los que se llevaron mucho, pero no habrá de los que no nos dejaron nada.

Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.

Jorge Luis Borges.

Publicado por JEAC. 

domingo, 18 de septiembre de 2016

No abandones


No abandones (Rudyard Kipling)
Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino sólo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,
y precises sonreír aun teniendo que llorar,
cuando ya el dolor te agobie y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes pero nunca desistir.

Tras las sombras de la duda,
ya plateadas ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo,
no el fracaso que temías,
y no es dable a tu ignorancia figurarse cuan cercano,
puede estar el bien que anhelas y que juzgas tan lejano, lucha,
pues por más que en la brega tengas que sufrir.

¡Cuando todo esté peor, más debemos insistir!
Si en la lucha el destino te derriba,
si todo en tu camino es cuesta arriba,
si tu sonrisa es ansia satisfecha,
si hay faena excesiva y vil cosecha,
si a tu caudal se contraponen diques,
Date una tregua, ¡pero no claudiques!
"Porque en esta vida nada es definitivo,
toma en cuenta que: todo pasa, todo llega y todo vuelve"



Publicado por JEAC.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Date una tregua


Cuando el corazón se canse de sufrir y la voluntad de batallar y el alma de esperar; date una tregua.

También las hojas cabecean ante el sopor del sol, y la lumbre se hace brasa, y las estrellas se ocultan, y los pájaros se duermen y el paisaje se desvanece, no pares el motor de tu vida dale una tregua, no para desistir, sino para reponerte, no para claudicar, sino para reparar fuerzas, no para quedarte parado, sino para revisar detrás de tu horizonte y empezar a configurarte y a planear detrás de la tregua.

El agobio es un polvo que asfixia; la fatiga una niebla que ciega; las tensiones, un estirar que explota; la falta de tiempo un desasosiego que acelera; los contratiempos diarios, pequeños impactos que enervan.

Cuando se acumule mucho sobre tus nervios y tu resistencia, date una tregua; pero no desistas, no te amargues, no te destruyas; aunque cueste seguir en pie, date una tregua; pero vuelve a crecer, vuelve a cosechar, vuelve luchar; vuelve a la brega diaria, pero sin sombra en el espíritu, sin flaquezas en el ánimo, sin desfallecimiento en el corazón.

Si tienes capacidad para el amor, gratitud en el alma; voluntad para servir, alcance en la inteligencia, de ti mismo brotará la recuperación; Por alguna de esas corrientes volverá a fluir el deseo, las ganas, el impulso; Llevas dentro el manantial, la fibra, el motivo que te hará decir; derrumbamiento y derrota, no; un esfuerzo y un Dios, si.

Y mas allá de las fronteras que vives ahora, verás florecer de nuevo tu vida levantarse de nuevo tu árbol y agigantarse de nuevo tu figura.

Pon tus alas sobre la cabeza, pero déjales espacio para remontarse; pon tus sueños en los pies, pero dales un largo recorrido de huellas divinas; pon tus ambiciones en la tierra, pero mirando el cielo y poniendo la meta en alguna estrella encendida.

Ponte tú, en las manos de Dios; date una tregua para nivelarte en Cristo y de pronto encontrarás que la vida tiene muchas bellezas y que tienes ganas de vivirla.

Autor desconocido.


Publicado por JEAC.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Elogio a la vida


Que hermoso es estar vivos,
intensamente vivos y disfrutarlo todo
desde la entraña misma de la vida.
Aspirar por ejemplo con hondura
el aroma del pan recién horneado
y sentirnos sembrados de trigales,
de buena levadura,
de manos amorosas que le dieron
un sabor celestial con su dulzura.

Gozar con el saludo del vecino,
con la risa infantil que pedalea
sobre el viejo triciclo,
con el vuelo armonioso de las aves,
con la verde canción que canta el grillo
o con la lluvia mansa
cuando pinta con sus pecas de hielo
los cristales.

Hay demasiada muerte a nuestro lado
y para derrotarla
hay que seguir viviendo,
gozando la palmada del sol cada mañana
y su abrazo fraterno y compañero,
el viento redondeando las naranjas,
el olor de crispetas dominguero
y el ballet de palomas en los parques
bajo el canto pregón de los venteros.

Disfrutar de los besos, de la música,
de nuestros pasos sobre el pavimento,
de poder abrazar un amigo,
de gritar un te quiero,
de un libro viejo y un café caliente
en las noches de invierno,
y de esa fuerza inmensa de que esta hecha el alma
que nos ayuda a derrotar por siempre el sufrimiento.

Hay que gozarlo todo,
no importa cuantos años habiten nuestros huesos.
Si son pocos, gocemos
de la limpia tersura
que adorna nuestro cuerpo,
descubramos el mundo a cada paso
desde la hormiga humilde hasta el lucero
y saquemos de adentro la alegría
para estrenarla a diario como un vestido nuevo.

Hay que seguir gozando de la vida
aunque ese escultor llamado tiempo
haya tallado en nuestro rostro arrugas
o haya encorvado un poco nuestro cuerpo.

Hora es de cosechar amaneceres,
de disfrutar silencios,
de asombrarnos de nuevo con el mundo,
de mirarnos por dentro
y sabernos preñados de alegría,
sin miedo a soledades ni a recuerdos.

Hay que vivir la vida a cada instante
con un gozo infinito, con agradecimiento,
y cual si fuera una cometa enamorada
de algún pedazo azul de firmamento,
soltarle su cordel para que vuele
desposada por siempre con el viento,
hasta encontrar a Dios para contarle,
con palabras redondas de contento
que fue maravilloso haber vivido
con honradez, pasión y sentimiento

Autora: Beatriz Rivera


Publicado por JEAC.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Un pequeño granito de arena

ESCUCHE DECIR AL VIENTO….

Que este granito de arena se sentía pequeño y no es que fuera más chico que los granitos de arena a su alrededor, tampoco era más grande, se podría decir que era casi como los otros, ni más hermoso ni más feo. Sin embargo cuando observaba la montaña detrás suyo o el enorme océano al frente pensaba sobre su pequeñez y su insignificancia.
¿Por qué no había nacido montaña? ¿Por qué no era tan grande como el mar? Si por lo menos fuera roca, pero no, tan solo era un pequeño grano de arena...
Y además estaba triste. Así que pasaba sus días pensando cómo podría crecer, cómo podría tener la magnificencia de la cordillera o – en el peor de los casos – la solidez de aquel cerrito.
A estos pensamientos dedicaba sus días, a estos sueños dedicaba sus noches.
Sin embargo, cómo pasa en las historias, esa tarde ocurrió algo distinto.
Nuestro granito de arena observaba las olas que llegaban a la playa y se dio cuenta que mientras algunas olas rompían alegremente y entre risas, algunas otras lo hacían de forma triste y a regañadientes, notó como sufrían al saber lo efímera que era su vida, que irremediablemente al chocar contra la arena dejarían de ser olas para siempre. Y algo en su corazón de arena se ablandó, deseó profundamente que fueran capaces de observar lo que las otras olas miraban - las que rompían con alegría casi cantando - que notaran que no tenían porque sufrir, que vieran que su naturaleza es la del mar y la brisa y que sólo estaban cambiando de forma.
De alguna manera le pareció muy triste que no se dieran cuenta de esto.
Y fue curioso como el hecho de observar la tristeza de las olas hizo crecer a este granito, de pronto notó que era más grande –sin cambiar su tamaño – y deseo que no sólo las olas dejaran de sufrir, sino que también lo hiciera aquella piedrita que quería estar seca y que el mar siempre mojaba, y que aquel cangrejo que siempre se quejaba por caminar de lado fuera más feliz y que también lo fueran el árbol, el cerro y la nube, y los granitos de arena alrededor suyo e incluso los de playas que él no conocía, y poco a poco su tamaño dejó de tener importancia.
Ya que mientras su amor y su compasión crecían, se iba dando cuenta que no estaba separado, que no había gran diferencia entre él y la roca, y el cerro y la montaña y el cielo y el cangrejo. Y aquellos que pudieron observarlo cuentan que una gigantesca, enorme alegría, surgió de este granito de arena, una alegría más allá de toda medida.
Y todavía hay relatos que cuentan como un pequeño granito de arena creció tanto – sin cambiar su tamaño – que ahora contenía al universo entero con todos sus universos...
y que esa es la razón por la que hoy todavía hay algunos que pueden maravillarse al observar universos enteros en un granito de arena.

Sergio Hernández Ledward.


Publicado por JEAC.