Una garúa fina e imperceptible cayó el martes
en cada rinconcito de América Latina e instaló una gris melancolía. Eran nubes
de tristeza. Dijo Cadícamo: “¡Hasta el cielo se ha puesto a llorar!”. La cruel
noticia del cierre de la revista El Gráfico tuvo el efecto de un deceso.
Formalmente, se dio por enterrado un tiempo, un sentimiento, una escuela de
periodismo, una manera de comunicar emociones, un faro que orientó por casi un
siglo a la crónica deportiva del continente. Acaso la única publicación que no
tenía lectores, tenía hinchas. Hasta muchos se hicieron periodistas por El
Gráfico
“Es como si te avisan que murió un hijo que estaba enfermo”, reflexiona Ernesto Cherquis Bialo, exdirector de la revista, cronista enorme de boxeo.
El Gráfico está metido en la piel de millones de aficionados argentinos y de muchos hermanos de América que a través de sus páginas “jugaron” Roland Garros, “corrieron” el Gran Premio de Monza, “pelearon” junto a Clay y Frazier en el Madison o “entraron” a la cancha de la mano de Pelé, Maradona, Di Stéfano, Cruyff, Eusebio o Beckenbauer. Nadie le negaba un encuentro a la revista. Las historias, anécdotas y recuerdos se apilan. El 30 de mayo de 2019 iba a cumplir 100 años. No llegó. Esta hermosa tradición fue fundada en Buenos Aires por un periodista y escritor uruguayo: Constancio C. Vigil, autor de cuentos infantiles (La hormiguita viajera, entre otros). Vigil transmitía una máxima a sus escribas:“Si una nota no provoca una sonrisa, no suscita una lágrima o no genera una polémica, esa nota no sirve para nada”.
Allí estaban los duendes de Dante Panzeri, del monumental Osvaldo Ardizzone, de Juvenal, de El Veco, de Cherquis Bialo, del Negro Thiery; de Eduardo Rafael, quien, cuando San Lorenzo se fue al descenso, tituló su nota “¡Y tu nombre flotando en el adiós…!”, parafraseando el tango Sur.
Rondaba en esa visita impensada el aura de esos artistas-periodistas que le pusieron alas a El Gráfico y lo hicieron sobrevolar los cielos de América. Individuos que con una maquinita Remington de aquellas negras o luego con las Olivetti verde olivo hicieron reír, llorar, emocionarse a millones de personas en todo el continente… Que comentando fútbol, boxeo, ciclismo, básquet, automovilismo, tenis, rugby o remo crearon un estilo particular e inolvidable de informar, opinar, orientar y entretener. ¡Suerte mía! Levantar la cabeza y ver tecleando a Juvenal, a Cherquis, a Proietto, a Rafael, José Luis Barrio, Gorín con sus columnas picantes (lo primero que yo leía). Uno era compañero, pero le daban ganas de aplaudir.
“Torneos lamenta informar que ha decidido discontinuar la versión impresa de El Gráfico. Esta triste decisión se tomó en un contexto global de decreciente consumo de medios impresos que ha afectado a nuestra revista”, comunicó la empresa. El cumpleaños 99 no tendrá torta, habrá velas. Alguien, desde el amparo de sus números prolijos y acaso irrebatibles, decretó el fallecimiento de la revista más emblemática de América Latina. Así, de cuajo. Ni velatorio hubo. Triste. La leyenda es diferente, sobrevivirá siempre.
“Es como si te avisan que murió un hijo que estaba enfermo”, reflexiona Ernesto Cherquis Bialo, exdirector de la revista, cronista enorme de boxeo.
El Gráfico está metido en la piel de millones de aficionados argentinos y de muchos hermanos de América que a través de sus páginas “jugaron” Roland Garros, “corrieron” el Gran Premio de Monza, “pelearon” junto a Clay y Frazier en el Madison o “entraron” a la cancha de la mano de Pelé, Maradona, Di Stéfano, Cruyff, Eusebio o Beckenbauer. Nadie le negaba un encuentro a la revista. Las historias, anécdotas y recuerdos se apilan. El 30 de mayo de 2019 iba a cumplir 100 años. No llegó. Esta hermosa tradición fue fundada en Buenos Aires por un periodista y escritor uruguayo: Constancio C. Vigil, autor de cuentos infantiles (La hormiguita viajera, entre otros). Vigil transmitía una máxima a sus escribas:“Si una nota no provoca una sonrisa, no suscita una lágrima o no genera una polémica, esa nota no sirve para nada”.
Allí estaban los duendes de Dante Panzeri, del monumental Osvaldo Ardizzone, de Juvenal, de El Veco, de Cherquis Bialo, del Negro Thiery; de Eduardo Rafael, quien, cuando San Lorenzo se fue al descenso, tituló su nota “¡Y tu nombre flotando en el adiós…!”, parafraseando el tango Sur.
Rondaba en esa visita impensada el aura de esos artistas-periodistas que le pusieron alas a El Gráfico y lo hicieron sobrevolar los cielos de América. Individuos que con una maquinita Remington de aquellas negras o luego con las Olivetti verde olivo hicieron reír, llorar, emocionarse a millones de personas en todo el continente… Que comentando fútbol, boxeo, ciclismo, básquet, automovilismo, tenis, rugby o remo crearon un estilo particular e inolvidable de informar, opinar, orientar y entretener. ¡Suerte mía! Levantar la cabeza y ver tecleando a Juvenal, a Cherquis, a Proietto, a Rafael, José Luis Barrio, Gorín con sus columnas picantes (lo primero que yo leía). Uno era compañero, pero le daban ganas de aplaudir.
“Torneos lamenta informar que ha decidido discontinuar la versión impresa de El Gráfico. Esta triste decisión se tomó en un contexto global de decreciente consumo de medios impresos que ha afectado a nuestra revista”, comunicó la empresa. El cumpleaños 99 no tendrá torta, habrá velas. Alguien, desde el amparo de sus números prolijos y acaso irrebatibles, decretó el fallecimiento de la revista más emblemática de América Latina. Así, de cuajo. Ni velatorio hubo. Triste. La leyenda es diferente, sobrevivirá siempre.
Jorge Barraza. (Extracto de una publicación
realizada en el periódico La Razón)
Publicado por JEAC.
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