domingo, 26 de octubre de 2025

Leyenda del Origen del Ajedrez

 

La leyenda del origen del ajedrez ♟️馃拃

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo reinaba en cierta parte de la India un rey llamado Sheram.

En una de las batallas en las que particip贸 su ej茅rcito perdi贸 a su hijo, y eso le dej贸 profundamente consternado. Nada de lo que le ofrec铆an sus s煤bditos lograba alegrarle.

Un buen d铆a un tal Sissa se present贸 en su corte y pidi贸 audiencia. El rey la acept贸 y Sissa le present贸 un juego que, asegur贸, conseguir铆a divertirle y alegrarle de nuevo: el ajedrez.

Despu茅s de explicarle las reglas y entregarle un tablero con sus piezas el rey comenz贸 a jugar y se sinti贸 maravillado: jug贸 y jug贸 y su pena desapareci贸 en gran parte. Sissa lo hab铆a conseguido. Sheram, agradecido por tan preciado regalo, le dijo a Sissa que como recompensa pidiera lo que deseara.

– Sissa, quiero recompensarte dignamente por el ingenioso juego que has inventado —dijo el rey.

El sabio contest贸 con una inclinaci贸n.

– Soy bastante rico como para poder cumplir tu deseo m谩s elevado —continu贸 diciendo el rey—. Di la recompensa que te satisfaga y la recibir谩s.

Sissa continu贸 callado.

– No seas t铆mido —le anim贸 el rey—. Expresa tu deseo. No escatimar茅 nada para satisfacerlo.

– Grande es tu magnanimidad, soberano. Pero conc茅deme un corto plazo para meditar la respuesta. Ma帽ana, tras maduras reflexiones, te comunicar茅 mi petici贸n.

Cuando al d铆a siguiente Sissa se present贸 de nuevo ante el trono, dej贸 maravillado al rey con su petici贸n, sin precedente por su modestia.

– Soberano —dijo Sissa—, manda que me entreguen un grano de trigo por la primera casilla del tablero del ajedrez.

– ¿Un simple grano de trigo? —contest贸 admirado el rey.

– S铆, soberano. Por la segunda casilla, ordena que me den dos granos; por la tercera, 4; por la cuarta, 8; por la quinta, 16; por la sexta, 32…

– Basta —le interrumpi贸 irritado el rey—. Recibir谩s el trigo correspondiente a las 64 casillas del tablero de acuerdo con tu deseo: por cada casilla doble cantidad que por la precedente.

Pero has de saber que tu petici贸n es indigna de mi generosidad. Al pedirme tan m铆sera recompensa, menosprecias, irreverente, mi benevolencia. En verdad que, como sabio que eres, deber铆as haber dado mayor prueba de respeto ante la bondad de tu soberano. Ret铆rate. Mis servidores te sacar谩n un saco con el trigo que solicitas.

Sissa sonri贸, abandon贸 la sala y qued贸 esperando a la puerta del palacio.

Durante la comida, el rey se acord贸 del inventor del ajedrez y envi贸 a que se enteraran de si hab铆an ya entregado al irreflexivo Sissa su mezquina recompensa.

– Soberano, est谩n cumpliendo tu orden —fue la respuesta—. Los matem谩ticos de la corte calculan el n煤mero de granos que le corresponde.

El rey frunci贸 el ce帽o. No estaba acostumbrado a que tardaran tanto en cumplir sus 贸rdenes.

Por la noche, al retirarse a descansar, el rey pregunt贸 de nuevo cu谩nto tiempo hac铆a que Sissa hab铆a abandonado el palacio con su saco de trigo.

– Soberano —le contestaron—, tus matem谩ticos trabajan sin descanso y esperan terminar los c谩lculos al amanecer.

– ¿Por qu茅 va tan despacio este asunto? —grit贸 iracundo el rey—. Que ma帽ana, antes de que me despierte, hayan entregado a Sissa hasta el 煤ltimo grano de trigo. No acostumbro a dar dos veces una misma orden.

Por la ma帽ana comunicaron al rey que el matem谩tico mayor de la corte solicitaba audiencia para presentarle un informe muy importante.

El rey mand贸 que le hicieran entrar.

– Antes de comenzar tu informe —le dijo Sheram—, quiero saber si se ha entregado por fin a Sissa la m铆sera recompensa que ha solicitado.

– Precisamente por eso me he atrevido a presentarme tan temprano —contest贸 el anciano—. Hemos calculado escrupulosamente la cantidad total de granos que desea recibir Sissa. Resulta una cifra tan enorme…

– Sea cual fuere su magnitud —le interrumpi贸 con altivez el rey— mis graneros no empobrecer谩n. He prometido darle esa recompensa, y por lo tanto, hay que entreg谩rsela.

– Soberano, no depende de tu voluntad el cumplir semejante deseo. En todos tus graneros no existe la cantidad de trigo que exige Sissa. Tampoco existe en los graneros de todo el reino. Hasta los graneros del mundo entero son insuficientes. Si deseas entregar sin falta la recompensa prometida, ordena que todos los reinos de la Tierra se conviertan en labrant铆os, manda desecar los mares y oc茅anos, ordena fundir el hielo y la nieve que cubren los lejanos desiertos del Norte. Que todo el espacio sea totalmente sembrado de trigo, y ordena que toda la cosecha obtenida en estos campos sea entregada a Sissa. S贸lo entonces recibir谩 su recompensa.

El rey escuchaba lleno de asombro las palabras del anciano sabio.

– Dime cu谩l es esa cifra tan monstruosa —dijo reflexionando.

– ¡Oh, soberano! Dieciocho trillones cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones setenta y tres mil setecientos nueve millones quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince.

18.446.744.073.709.551.615

El rey se qued贸 de piedra. Pero en ese momento Sissa renunci贸 al presente. Ten铆a suficiente con haber conseguido que el rey volviera a estar feliz y adem谩s les hab铆a dado una lecci贸n matem谩tica que no se esperaban.

Tomado de la red.
Publicado por JEAC.

jueves, 2 de octubre de 2025

El chivo expiatorio

 

Hoy en d铆a, se considera que un chivo expiatorio es alguien a quien se culpa injustamente por todo lo que sale mal, alguien inocente que sufre acoso y castigo por errores que no cometi贸. Sin embargo, esta expresi贸n no es solo un dicho com煤n; hist贸ricamente existi贸 en realidad como una figura con una funci贸n claramente definida.

En la 茅poca feudal, un "chivo expiatorio" no era exactamente una profesi贸n, sino m谩s bien una vocaci贸n. Consist铆a en un ni帽o que crec铆a junto a otro ni帽o noble, estableciendo ambos una relaci贸n muy cercana desde peque帽os. Cuando el joven noble comet铆a alguna falta, era su chivo expiatorio quien era castigado f铆sicamente en su lugar. Esta pr谩ctica se deb铆a a que un maestro no ten铆a permitido golpear o castigar directamente a alguien de rango superior.

Un ejemplo hist贸rico conocido lo representa Eduardo VI de Inglaterra, quien ten铆a a su propio chivo expiatorio. Parad贸jicamente, este m茅todo resultaba efectivo para disciplinar al joven arist贸crata, ya que, debido al v铆nculo emocional y amistoso que se establec铆a entre ambos ni帽os, el noble sent铆a remordimiento y se ve铆a motivado a corregir su comportamiento al ver sufrir a su amigo por culpa de sus propias faltas.

Tomado de la red.

Publicado por JEAC.