Es la niñez el período dorado en el que nuestro mayor tesoro es la inocencia.
Nuestros sueños no tienen límites y aún nos quedan las alas que los ángeles nos obsequiaron para poder volar.
Así como los Magos de Oriente siguieron la estrella. Así como ellos recorrieron un largo trayecto siguiendo el rumbo marcado por esa estrella. Recobremos nosotros nuestra esencia de niños y busquemos el verdadero y divino sendero.
Lleguemos como los tres Reyes Magos hasta nuestro Señor y pidámosle a Él el mayor de los regalos. Pidámosle que llene nuestro corazón de paz, de amor, de altruismo, de generosidad y que ese espíritu navideño que aún sentimos permanezca siempre.
Que el Dios de cada uno de nosotros nos ilumine y nos infunda su luz y nos guíe hasta Él.
Pongamos nuestros zapatos y esperemos el mejor regalo.
Marta Améndola
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