Ultima semana de enero de 1960. Un grupo de hombres, de aquellos que no pasan por este mundo porque si, lanzan las campanas de la iglesia de una pequeña localidad de las serranías de la provincia de Córdoba (Argentina), anunciando que inician la conquista de un sueño madurado en noches y noches de insomnio. Días y días de esfuerzo. Horas robadas a sus ocupaciones cotidianas para regalárselas a toda una generación. Campana llamando a todos los habitantes de esta tierra que veneren la tradición, las costumbres, la historia, el canto, las danzas, las artesanías, en fin, a todos aquellos que quieran, durante nueve noches, embriagarse de argentinidad, y con autenticidad, mostrándoselo al mundo entero. Y me pregunto: ¿Alguno de ellos habrá siquiera imaginado que su sueño duraría tanto tiempo y que quienes lo vivieran serian tantos, como para transformarlo en el encuentro nacional más comentado de la época, en esta parte de América? No, no lo imaginaron, y puedo afirmarlo así. puesto que esos pioneros, uno a uno, me lo confesaron.De ahí mi afecto profundo por Cosquín. Por eso dije siempre: "quien conozca Cosquín, quien se adentre en lo que siempre costó y cuesta realizarlo, quien transite por él para vivirlo y no para mirarlo, será un enamorado mas del sueño Cosquino. Como no pensar así de una fiesta que sirve para proyectar las ilusiones de jóvenes ilustres desconocidos que, como yo, algún día llegamos cargados de intenciones y Cosquín nos dio su mano, su ayuda, nuestro futuro y nos pidió en cambio de ello, nada. Como no valorar la enorme dimensión de un sueño, de un fenómeno que se llama Cosquín
Hernán Figueroa Reyes.
JEAC.