-¡Qué tontería! –fue la fría respuesta que escuchó-. Las
estrellas no fueron hechas para que las mariposas pudieran volar a su alrededor.
Búscate un poste, o una pantalla, y enamórate de algo así: para eso fuimos
creadas.
Decepcionada, la mariposa decidió simplemente ignorar el
comentario de la madre, y se permitió volver a alegrarse con su descubrimiento:
“¡Qué maravilla poder soñar!”, pensaba. La noche siguiente la estrella
continuaba en el mismo lugar, y ella decidió que subiría hasta el cielo y
volaría en torno de aquella luz radiante para demostrarle su amor. Fue muy
difícil sobrepasar la altura a la cual estaba acostumbrada, pero consiguió subir
algunos metros por encima de su nivel de vuelo normal.
Pensó que si cada día progresaba un poquito, terminaría
llegando hasta la estrella. Así que se armó de paciencia y comenzó a intentar
vencer la distancia que la separaba de su amor. Esperaba con ansiedad la llegada
de la noche, y cuando veía los primeros rayos de la estrella, agitaba
ansiosamente sus alas en dirección al firmamento.
Su madre estaba cada vez más furiosa:
-Estoy muy decepcionada con mi hija –decía-. Todas sus
hermanas, primas y sobrinas ya tienen lindas quemaduras en sus alas, provocadas
por las lámparas. Sólo el calor de una lámpara es capaz de entusiasmar el
corazón de una mariposa: debería dejar de lado estos sueños inútiles y conseguir
un amor posible de alcanzar.
La joven mariposa, irritada porque nadie respetaba lo que
sentía, decidió irse de la casa. Pero en el fondo –como, por otra parte, siempre
sucede- quedó marcada por las palabras de su madre, y consideró que ella tenía
razón. Así durante algún tiempo, intentó olvidar a la estrella y enamorarse de
la luz de las pantallas de casas suntuosas, de las luces que mostraban los
colores de cuadros magníficos, del fuego de las velas que quemaban en las más
bellas catedrales del mundo. Pero su corazón no conseguía olvidar a la estrella
y después de ver que la vida sin su verdadero amor no tenía sentido, resolvió
reemprender su itinerario en dirección al cielo.
Noche tras noche intentaba volar lo más alto posible pero
cuando la mañana llegaba, estaba con el cuerpo helado y el alma sumergida en la
tristeza. Entretanto, a medida que se iba haciendo mayor, pasó a prestar
atención a todo cuanto veía a su alrededor. Desde allá arriba podía vislumbrar
las ciudades llenas de luces, donde probablemente sus primas, hermanas y
sobrinas ya habían encontrado un amor. Veía las montañas heladas, los océanos
con olas gigantescas, las nubes que cambiaban de forma a cada minuto. La
mariposa comenzó a amar cada vez más a su estrella, porque era ella la que la
impulsaba a conocer un mundo tan rico y hermoso.
Pasó mucho tiempo y un buen día ella decidió volver a su casa.
Fue entonces que supo por los vecinos que su madre, sus hermanas, primas y
sobrinas, y todas las mariposas que había conocido, ya habían muerto quemadas en
las lámparas y en las llamas de las velas, destruidas por un amor que juzgaban
fácil.
La mariposa, aun cuando jamás consiguió llegar hasta su
estrella, vivió muchos años aún, descubriendo cada noche cosas diferentes e
interesantes. Y comprendiendo que, a veces, los amores imposibles traen muchas
más alegrías y beneficios que aquellos que están al alcance de nuestras
manos.
Paulo Coelho
JEAC.
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