En Octubre 30 de 1938, aterrizaron las naves espaciales en las
costas de los Estados Unidos, y los marcianos se lanzaron al ataque. Tenían
tentáculos feroces, enormes ojos negros que arrojaban rayos ardientes, y una
babeante boca en forma de V.
Muchos despavoridos ciudadanos salieron a las calles, envueltos en toallas mojadas para protegerse del gas venenoso que los marcianos emitían, y muchos más prefirieron encerrarse a trancas y retrancas, bien armados, en espera del combate final.
Orson Welles había inventado esta invasión extraterrestre, y la había trasmitido por radio.
La invasión era mentira, pero el miedo era verdad.
Y el miedo continuó: los marcianos fueron rusos, coreanos, vietnamitas, cubanos, nicaragüenses, afganos, iraquíes, iraníes...
Muchos despavoridos ciudadanos salieron a las calles, envueltos en toallas mojadas para protegerse del gas venenoso que los marcianos emitían, y muchos más prefirieron encerrarse a trancas y retrancas, bien armados, en espera del combate final.
Orson Welles había inventado esta invasión extraterrestre, y la había trasmitido por radio.
La invasión era mentira, pero el miedo era verdad.
Y el miedo continuó: los marcianos fueron rusos, coreanos, vietnamitas, cubanos, nicaragüenses, afganos, iraquíes, iraníes...
Tomado del libro “Los hijos de los días” de
Eduardo Galeano.
Publicado por JEAC.
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