Siento y creo que en todos nosotros hay
un alma pura; una energía inconmensurable que tiende al equilibrio, a la
honestidad y la bondad. Sigo creyendo esto, por muchas tortas que me de la
vida.
Separo el actor de la comedia y el observador del protagonista. Hemos
venido a interpretar un papel; el nuestro, el de cada uno. Aquel que le es más
útil al alma y a su evolución.
No lo recordamos. Olvidamos el compromiso con
nosotros mismos que hemos hecho antes de experimentar esta vida. Lo olvidamos
todo porque de otra forma nunca actuaríamos como lo hacemos. Nunca tendríamos la
oportunidad de volver a equivocarnos, de construir sobre lo que ya fuimos o de
crecer más allá de lo creemos ser.
Cuando alguien se comporta de forma
detestable, veo al personaje. Al papel que está haciendo aún sin saberlo; veo su
pasado, los dolores que lleva impresos en su ADN, lo víctima que fue de otras
víctimas, quizás. Y por eso es fácil que llegue al perdón mediante la
comprensión.
Conocer facilita el camino hacia la compasión, por los otros o
por uno mismo. En definitiva, también somos un personaje con un papel en este
escenario de la vida. Todo pasará y pasará incluso más rápido de lo que
querríamos. Todo tendrá un final. Lo bueno y lo malo. Lo que interpretamos, lo
que sabemos o lo que creemos saber.
En ese final, habrá recompensa. Estará
esperándonos la verdad. La única de la que ya no podremos evadirnos hayamos sido
como hayamos sido. Y el encuentro del actor con su director descubriremos la
verdadera razón de la existencia. Y lo entenderemos entonces. Y no necesitaremos
razones, ni explicaciones, ni porqués sin aclarar, ni puertas cerradas, ni
habitáculos sin techo.
Entonces, nuestra alma encontrará la paz que merece y,
que sin saberlo, tanto busca de miles de formas.
Entonces tú y yo seremos
uno. Y todo estará explicado.
Tomado de: Mirar lo que no se ve
Publicado por JEAC.