Y llegó el día del partido contra Argentina, el 28 de Marzo de
1963, era la verdadera final de aquél campeonato. Un día antes, en Cochabamba,
Brasil había resignado posibilidades empatando a dos tantos por lado contra
Ecuador, mientras que Paraguay se mantenía a la expectativa luego de su victoria
por 4 a 1 contra Perú.
En La Paz todo era expectativa en ese día que a pesar de ser
laboral parecía un Domingo o un feriado. Las calles estaban desiertas a la hora
del partido, todos en sus domicilios pegados al radio y a la transmisión de “La
verdad desde la cancha” que se día había iniciado su transmisión antes de lo
habitual. En el conventillo todo era nerviosismo, grandes y chicos, hombres y
mujeres, todos reunidos en torno a un radio que había sido habilitado en medio
del patio. En torno a una gran mesa estaban todos los vecinos mayores sentados y
tomando unos “cocteles” que habían preparado para tan magno evento. Los chicos
permanecíamos sentados en el suelo muy cerca de la radio para no perdernos
ningún detalle del partido. Había mucha confianza en torno al resultado, pero
Argentina había demostrado que no era un equipo fácil y había ido creciendo a
medida que transcurría el campeonato, convirtiéndose a estas alturas en uno de
los principales animadores del campeonato.
Comienza el partido y a los 11 minutos Castillo marca el
primero para Bolivia desatando nuestra euforia, pero cinco minutos más tarde,
Rodríguez empata para Argentina y vuelve el nerviosismo. Luego Blacutt pone el 2
a 1 a favor de Bolivia y recuperamos la sonrisa y la confianza. El segundo
tiempo se nos torna eterno y faltando diez minutos para el final, Rodríguez
nuevamente empata para Argentina. Los últimos minutos Bolivia se va con todo
contra el arco Argentino y en el minuto 42 el árbitro Peruano Yamasaki cobra un
penal para Bolivia. Todos dimos un gran salto y puestos de pie esperamos el
resultado de la jugada. Max Ramírez cobra el penal rematando fuerte casi al
medio del arco y el arquero Argentino Andrada la desvía providencialmente con
los pies, enviando la pelota al corner. En ese momento me pareció que el tiempo
se detenía, había estupor no solo entre los que estábamos reunidos alrededor de
aquella mesa, sino también en la transmisión radial que pareció callarse sin
saber que decir en aquél decisivo momento. Solo alcanzamos a escuchar “se eleva
Camacho cabecea y goooool, gooool de Bolivia”. Nadie lo podía creer en un solo
minuto habíamos pasado de la ansiedad a la depresión y de la tristeza a una
alegría infinita. Saltamos y brincamos de alegría, los mayores se abrazaban
entre todos y algunos no entendían lo que pasaba. Su mente había quedado
congelada en el penal fallado y les costaba volver a la realidad. Era un
griterío impresionante. Otros preguntaban que había pasado y alguien le dio
todo el volumen al radio para escuchar las explicaciones del relator.
En las fotos que acompañan este posteo se refleja claramente lo
que fue aquél minuto que nadie que lo haya vivido podrá olvidar en toda su vida:
primero el penal atajado, luego el centro y cabezazo y gol de Camacho y luego
el festejo Boliviano y la desazón Argentina. De ahí al final todo fue nervios,
puños apretados, gestos preocupados, manos en la cabeza todos esperando que el
arbitro pitara la conclusión. Cuando esta llegó se desató la euforia, nuevamente
abrazos y gritos de ¡campeones!, ¡campeones! a pesar de que aún faltaba una
fecha que definía todo. Algún vecino sacó un tocadiscos y los mayores se
pusieron a bailar, los más jóvenes hallaron una bandera boliviana y se fueron
corriendo hacia el Prado Paceño. Los más chicos nos juntamos en la otra esquina
del patio a darle duro a la “tejeta” y todos queríamos ser el Camacho de aquella
tarde gloriosa e inolvidable.
JEAC.
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