Todo comenzó, si mis recuerdos no me traicionan, allá por el
año 1962 cuando vivía en el viejo conventillo de la calle Chuquisaca, casi al
lado del cine Migñon. Tenía yo por entonces seis años y ya era un irremediable
enamorado de la radio, donde podía escuchar noticias, novelas, deportes, y
música. Sin embargo esta última, la música, no ocupaba un lugar privilegiado en
mis pensamientos. Es cierto que yo escuchaba temas y me bastaba con oírlos tres
o cuatro veces y ya me los aprendía de memoria, pero no era algo que me gustase
mucho o que me quitara el sueño.
Fue una tarde de Agosto cuando mi primo Ismael que vivía en el
mismo conventillo, llegó trayendo un paquete plano bajo el brazo. Era un paquete
algo cuadrado que estaba envuelto en papel periódico lo cuál despertó mi
curiosidad. Corrí a su encuentro cuando atravesaba el zaguán como siempre lo
hacía cuando el llegaba al conventillo y él me tomó de la mano tal cual era su
costumbre. Subimos corriendo las gradas que conducían a sus cuartos que estaban
en el segundo piso del conventillo y una vez allí, procedió a desempaquetar
lenta y cuidadosamente aquél paquete. Al fin pude ver una tapa cuadrada y leí un
nombre grande en la portada: “Paul Anka”, luego cuidadosamente sacó de aquella
tapa de cartón un disco negro y reluciente con miles de rayitas circulares que
llamaron mi atención. Era el primer Long Play que veía y pensé para mis adentros
para que podía servir esa cosa extraña. Luego de observar con deleite aquél
disco durante unos minutos mi primo Ismael procedió a volverlo a guardar tan
cuidadosamente como lo había sacado, sinceramente yo no entendía nada, pero
tampoco me atrevía a preguntar pues lo veía tan absorto y con una sonrisa de
satisfacción. Cuando lo hubo terminado de empaquetar en aquél papel periódico me
tomó de la mano y me dijo “vamos donde el Pepe”.
El “Pepe” era el hermano mayor de la familia Zapata que vivía
al fondo del conventillo y luego me enteré de que eran los únicos en el
conventillo que contaban con un aparato que podía hacer sonar esos extraños
discos. Cuando llegamos él ya estaba esperando a mi primo y le preguntó: –¿lo
trajiste?- a lo que Ismael respondió – sí aquí esta-. Ambos sonrieron
satisfechos y nos dirigimos hacia su sala donde estaba aquél extraño aparato
bien resguardado debajo de una tela que servía de tapete. Lo descubrió y pude
ver por fin aquél famoso tocadiscos del que tanto hablaba mi hermana y otras
personas jóvenes del conventillo. Sacaron cuidadosamente el disco que había
llevado mi primo y lo colocaron en medio de aquél aparato. Al instante
comenzaron a salir sonidos de música y pude escuchar mi primer tema directamente
desde un tocadiscos, el tema en cuestión era “Diana” y desde aquella vez se me
pegó para siempre en mi memoria. Pepe y mi primo no cabían en sí de felicidad y
sonrientes escuchaban y comentaban los temas.
Yo también estaba fascinado pero era porque no entendía de como
de aquél disco negro que daba vueltas podía salir esa música que hasta ahora
solo había escuchado en las radios. Miraba y miraba buscando algún razonamiento
lógico pero no lo encontraba, para mí era como un encantamiento…pero era
fabuloso; lo único que no me gustaba era que las canciones eran en inglés y no
entendía lo que decían. La voz de mi madre buscándome para almorzar me sacó de
mis cavilaciones y salí de allí no sin antes dar otra mirada a aquél disco que
giraba y emitía sonidos tan lindos. Allí comenzó mi idilio con la música…
JEAC.
No hay comentarios:
Publicar un comentario