A mis siete años mi familia y yo tuvimos la oportunidad de
conocer el nuevo domicilio de mi tío Abel Castillo, hermano de mi madre, quién
adquirió una casa en Sopocachi e invitó a sus hermanos a conocerla. Así pues
fuimos allá una tarde, lastimosamente no recuerdo ni el mes ni el día, pero si
recuerdo bien lo que pasó aquella tarde.
Al llegar y estando ya allá mis abuelos y todos los hermanos de
mi madre, mi tío procedió a mostrarnos la casa con todas sus dependencias;
recuerdo vagamente que era una casa grande y bonita y que tenía un hermoso patio
a la entrada. Así pues, después de recorrer la casa y admirarla fuimos invitados
al living donde sirvieron a los mayores una copa y allí mi tío nos mostró a
todos su nuevo equipo de sonido. Era un hermoso tocadiscos con dos parlantes
grandes y al hacerlo sonar me produjo una sensación de gran admiración al oír la
calidad y potencia de aquél aparato. Hasta ese momento yo solo conocía
tocadiscos pequeños con parlantes más bien chicos que sonaban bien, pero no se
comparaban a aquello que estaba escuchando en esos momentos. Recuerdo que puso
un disco de Los Chalchaleros y dejó la tapa del disco en la mesa del living.
Mientras sonaba la canción “Paisaje de Catamarca” y todos comentaban las
bondades del aparato, furtivamente me acerqué hasta la mesa y tomé con cuidado
la tapa del disco. Al tocarlo experimenté la misma sensación que había tenido
con el primer disco, aquél de Paul Anka, una sensación de admiración y cariño.
Leí algunos de los temas que contenía aquél disco mientras escuchaba los
comentarios de las personas allí presentes que hablaban de la Argentina y de sus
artistas. Una mano que me tomó del brazo me sacó de mis pensamientos, era mi
madre que me separó de aquél “tesoro” que tenía entre las manos, llevándome
hacia un costado e indicándome que no tocara nada.
Aquél fue mi primer acercamiento con el folklore Argentino,
recordaba haber escuchado en la radio alguna vez algo de aquello, pero nunca
había prestado mucha atención. En aquellos tiempos se escuchaba más los boleros,
la música mexicana y la nueva música que empezaba a sonar y a gustar el del rock
y la nueva ola. Sin embargo los temas que escuché aquella tarde tenían algo que
me gustó y me prometí que al regresar a casa buscaría en la radio aquél tipo de
música tan distinto al que estaba acostumbrado. Lo último que recuerdo de
aquella tarde es que uno de los temas de aquél hermoso disco hablaba de un
animal que no me gustaba para nada pero que en las voces de aquellos cuatro
señores se convertía en algo muy bonito…Sapo cancionero…
JEAC.
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