Habían crecido juntas, la guitarra y Violeta Parra.
Cuando una llamaba, la otra venía.
La guitarra y ella se reían, se lloraban, se preguntaban, se creían.
La guitarra tenía un agujero en el pecho.
Ella, también.
En el día del 5 de Febrero de 1967, la guitarra llamó y Violeta no vino.
Nunca más vino.
Tomado del libro “Los Hijos de los días” de Eduardo
Galeano.
Publicado por JEAC.
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