Qué es llegar a ser tan viejo como usted, qué se
aprende, qué se hace?
La vejez nos enseña a progresar mirando hacia
lo positivo que nos ofrece un corto futuro. Haciéndonos conscientes de que nos
queda poco tiempo, nos enseña a transmitir a las nuevas generaciones los
conocimientos adquiridos.
Cuando hemos alcanzado un alto nivel de
conciencia, con la vejez y la renuncia a la seducción, desanudamos las
amarras que nos ligan al cuerpo, y sin negarlo, sabiendo que es el templo donde
hemos habitado tantos años, respetuosos dejamos de considerarlo nuestra
identidad. A pesar de habernos programado para vivir una larga vida, por saber
que ya estamos cerca del fin somos capaces de captar la hermosura del tiempo
que pasa. Cada segundo de vida nos parece un regalo sublime... Como los que
sufren una enfermedad terminal, conscientes de que disponemos de un tiempo
limitado, nos contentamos con los que somos, con lo que tenemos. Dejamos de
apegarnos a lo superfluo, permitimos que se esfumen las esperanzas, y al cesar
las esperanzas cesa el miedo. Todo es un obsequio: las pequeñas satisfacciones,
los sutiles mensajes de los sentidos, el cariño que nos baña como un bálsamo el
corazón, los encuentros amables con otros seres humanos, la capacidad de servir
de ayuda a los demás. Cada día es un buen día.
Envejecer no es decaer mentalmente ni
convertirse en una ruina. Si nos hemos preocupado de mantener la salud de
nuestro cuerpo evitando drogas y alimentos nocivos o tomados en exceso; si nos
hemos preocupado de hacer cada día un poco de ejercicio, de meditar un par de
minutos diarios, de seguir aprendiendo cosas nuevas, de desarrollar frente a la
impermanencia una plácida humildad, conservaremos hasta el último momento la
lucidez juvenil, y gracias al estado angélico que nos produce la disminución del
deseo sexual la vejez es una maravillosa etapa de nuestra vida. Quizás la
mejor...
Libres de angustias, de ambiciones, de
posesiones inútiles, de ilusiones irrealizables, del deseo de ser reconocidos;
capaces de amar incluso a quienes nos detestan, de aceptar lo ataques y las
críticas con simpatía, de silenciar el intelecto, de abrir el corazón a todas
las direcciones, de ayudar a los otros a liberarse del sufrimiento. Aunque más
presentes que nunca sabemos vivir como si ya hubiéramos desaparecido, gozar del
supremo placer de crear artísticamente por amor a la obra y no por amor al
aplauso, de colaborar en la mutación de la sociedad, de trabajar por un mundo
mejor y sobre todo, de encauzar a los jóvenes hacia la liberación de la
conciencia, eliminando las prohibiciones, las órdenes, las ideas estancadas
convertidas en prejuicios, los miedos, las creencias sin experiencia, y los
demás muros opresores inculcados por la familia, la sociedad, la cultura y la
historia.
Alejandro Jodorovsky.
Publicado por JEAC.
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