Observar, conocer, sumar o restar
Actuamos por impulsos, reaccionamos en vez de responder, hablamos en vez de escuchar.
Hay que observar. Se aprende mucho observando cada detalle, las expresiones, el lenguaje corporal y un sinfín de formas de comunicar que nos envían mensajes sin palabras.
La observación no solamente depende de la visión. Hay también que escuchar. Dejar que los rumores lleguen a ti, que se solacen creyendo que no se detienen, que se agranden pasando de largo sin saber que quedan en nosotros.
Aunque pasemos de puntillas por la vida del otro, es imposible no saber quien tenemos al lado si observamos.
Hay personas muy difíciles de conocer porque parecen transparentes pero son opacas y resbaladizas. Entonces aplicamos la observación silenciosa. Tomamos distancia y vemos la escena completa.
No somos dueños de nadie. Cada cual actúa como quiere o como puede, pero en cualquier caso tomar decisiones tiene consecuencias. Si vamos por un camino, no podremos pasar por otro, ni llegaremos al mismo lugar. Todo no se puede tener.
Lo que queda siempre es aceptar al otro. Con sus defectos, con sus miserias o con sus virtudes y grandezas. En esa aceptación no va implícita una interrelación.
Te acepto. Te sumo o te resto a mi.
En los peores momentos, siempre nos tenemos a nosotros mismos. Una flor comienza a nacer en forma de diminuto capullo cuando abrazamos una situación nueva, un cambio. Y lentamente va agrandándose en el corazón; añadiendo pétalos, engrosando su corola, dando luz con su color.
La vida es impermanencia. Lo que nace, desde que nace, comienza a morir. Todo cambia. Si nos aferramos a situaciones que pretendemos vivir siempre igual, estamos condenados a sufrir sin remedio. Nada es igual de un día para otro. De un momento para el siguiente.
Ahí, en medio de la tormenta aparece, de pronto, un paraguas que nos cobija. Un rayo de sol que tomamos como nuestro… y la vida se suaviza, se hace blanda y fácil. Entonces estamos en la mejor disposición para sentir y vivir plenamente cada instante porque no esperaremos nada.
Esperar está relacionado con la carencia. Esperamos que suceda algo que no pasa aún; esperamos tener algo que no tenemos aún.
Abandonar la batalla no significa perder.
Retirarse a tiempo es ya una victoria.
Observar nos dará las pistas para saber en qué orilla debemos situarnos.
Una vez ahí, todo vuelve a comenzar.
Actuamos por impulsos, reaccionamos en vez de responder, hablamos en vez de escuchar.
Hay que observar. Se aprende mucho observando cada detalle, las expresiones, el lenguaje corporal y un sinfín de formas de comunicar que nos envían mensajes sin palabras.
La observación no solamente depende de la visión. Hay también que escuchar. Dejar que los rumores lleguen a ti, que se solacen creyendo que no se detienen, que se agranden pasando de largo sin saber que quedan en nosotros.
Aunque pasemos de puntillas por la vida del otro, es imposible no saber quien tenemos al lado si observamos.
Hay personas muy difíciles de conocer porque parecen transparentes pero son opacas y resbaladizas. Entonces aplicamos la observación silenciosa. Tomamos distancia y vemos la escena completa.
No somos dueños de nadie. Cada cual actúa como quiere o como puede, pero en cualquier caso tomar decisiones tiene consecuencias. Si vamos por un camino, no podremos pasar por otro, ni llegaremos al mismo lugar. Todo no se puede tener.
Lo que queda siempre es aceptar al otro. Con sus defectos, con sus miserias o con sus virtudes y grandezas. En esa aceptación no va implícita una interrelación.
Te acepto. Te sumo o te resto a mi.
En los peores momentos, siempre nos tenemos a nosotros mismos. Una flor comienza a nacer en forma de diminuto capullo cuando abrazamos una situación nueva, un cambio. Y lentamente va agrandándose en el corazón; añadiendo pétalos, engrosando su corola, dando luz con su color.
La vida es impermanencia. Lo que nace, desde que nace, comienza a morir. Todo cambia. Si nos aferramos a situaciones que pretendemos vivir siempre igual, estamos condenados a sufrir sin remedio. Nada es igual de un día para otro. De un momento para el siguiente.
Ahí, en medio de la tormenta aparece, de pronto, un paraguas que nos cobija. Un rayo de sol que tomamos como nuestro… y la vida se suaviza, se hace blanda y fácil. Entonces estamos en la mejor disposición para sentir y vivir plenamente cada instante porque no esperaremos nada.
Esperar está relacionado con la carencia. Esperamos que suceda algo que no pasa aún; esperamos tener algo que no tenemos aún.
Abandonar la batalla no significa perder.
Retirarse a tiempo es ya una victoria.
Observar nos dará las pistas para saber en qué orilla debemos situarnos.
Una vez ahí, todo vuelve a comenzar.
Tomado de la web.
Publicado por JEAC.
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