El mundo en que vivimos se encuentra en una situación
insostenible. El hombre ha caído en la ambigüedad de ser la raza más inteligente
y a la vez la más estúpida, capaz de matarse a sí mismo por su
¿bienestar?
No importa qué hagan, el mundo como lo conocemos va a desaparecer, a mutar o a evolucionar y se va a deshacer de nosotros, como nosotros lo hicimos con otras especies.
No importa que digan, la humanidad no ha alcanzado la madurez suficiente para reconocer y afrontar las consecuencias de los errores que ha cometido. Nos convertimos en meros observadores de nuestra propia tragedia, viviendo el suplicio de Tántalo, contemplando oro que no podemos poseer, nos deslumbraron con cosas y nos enseñaron a amarlas.
Ahora ya nos acostumbramos, ya nos unimos al juego, el juego de la comodidad, el de protestar sentados desde una silla, caímos en el juego del Deus Ex Machina, pensando que un dios va a aparecer de repente y nos va a dar haciendo el trabajo que siempre procuramos evitar, va a salvar un planeta que nunca quisimos cuidar. Caímos en el juego de adorar a los objetos a costa del bienestar de otros y del planeta, a castigar a los que comparten y enaltecer a los que discriminan, a desconfiar de todos y desconocer la palabra compartir, alejando la solidaridad de nuestro léxico porque no es rentable.
Somos primero nosotros y el resto no importa.
Después nuestras familias y el resto no importa.
Primero nuestro dinero y el resto no importa.
Primero nuestras cosas y el resto no importa
Existe sólo nuestro dios y el del resto no importa.
Amamos nuestro país y el resto no importa.
Cerramos barreras, creamos fronteras, contaminamos y consumimos, soñamos con ganar dinero para seguir contaminando y consumiendo, dándole el carácter de “modelos a seguir” a aquellos que se han enriquecido a costa del dolor ajeno, poniendo en alto nombres que no han hecho más que fomentar la miseria y la desigualdad, forzando a gente honrada a caer en sus peores errores y mostrar sus peores facetas.
Todos dicen “malditos cazadores que matan animalitos” sin saber que muchas veces es gente que, por no tener qué comer, sale a buscar el único sustento que pueden encontrar, muy a pesar de su propio descontento y dolor. Todos dicen “no deberían talar los árboles” sin saber que las personas que lo hacen se rebajan por centavos porque no tienen un techo que les cobije y deben destruir con lágrimas en los ojos la tierra que les vio crecer, deben sucumbir ante la desesperación y ser los chivos expiatorios de esas grandes corporaciones regentadas por los hombres de portada de revista, deben abandonar todo rezago de razón y humanidad en favor del dinero, y no para desarrollarse ni ser libres, sino para subsistir.
¿Cómo se puede esperar que el género humano, viviendo bajo tales condiciones de desigualdad y desapego por algún principio, va a lograr coordinar esfuerzo alguno por el bien del planeta? El tratado de Kyoto, la última esperanza, ya murió, de hecho nació muerto, con políticos y empresarios negando su deceso, y científicos bien pagados entubándolo y manteniendo el engendro en un frasco petri.
El mundo se cansó de nosotros. Pronto vamos a morir, y adoptando una visión misántropa, después de lo que le hicimos al planeta yo estaría muy de acuerdo.
No importa qué hagan, el mundo como lo conocemos va a desaparecer, a mutar o a evolucionar y se va a deshacer de nosotros, como nosotros lo hicimos con otras especies.
No importa que digan, la humanidad no ha alcanzado la madurez suficiente para reconocer y afrontar las consecuencias de los errores que ha cometido. Nos convertimos en meros observadores de nuestra propia tragedia, viviendo el suplicio de Tántalo, contemplando oro que no podemos poseer, nos deslumbraron con cosas y nos enseñaron a amarlas.
Ahora ya nos acostumbramos, ya nos unimos al juego, el juego de la comodidad, el de protestar sentados desde una silla, caímos en el juego del Deus Ex Machina, pensando que un dios va a aparecer de repente y nos va a dar haciendo el trabajo que siempre procuramos evitar, va a salvar un planeta que nunca quisimos cuidar. Caímos en el juego de adorar a los objetos a costa del bienestar de otros y del planeta, a castigar a los que comparten y enaltecer a los que discriminan, a desconfiar de todos y desconocer la palabra compartir, alejando la solidaridad de nuestro léxico porque no es rentable.
Somos primero nosotros y el resto no importa.
Después nuestras familias y el resto no importa.
Primero nuestro dinero y el resto no importa.
Primero nuestras cosas y el resto no importa
Existe sólo nuestro dios y el del resto no importa.
Amamos nuestro país y el resto no importa.
Cerramos barreras, creamos fronteras, contaminamos y consumimos, soñamos con ganar dinero para seguir contaminando y consumiendo, dándole el carácter de “modelos a seguir” a aquellos que se han enriquecido a costa del dolor ajeno, poniendo en alto nombres que no han hecho más que fomentar la miseria y la desigualdad, forzando a gente honrada a caer en sus peores errores y mostrar sus peores facetas.
Todos dicen “malditos cazadores que matan animalitos” sin saber que muchas veces es gente que, por no tener qué comer, sale a buscar el único sustento que pueden encontrar, muy a pesar de su propio descontento y dolor. Todos dicen “no deberían talar los árboles” sin saber que las personas que lo hacen se rebajan por centavos porque no tienen un techo que les cobije y deben destruir con lágrimas en los ojos la tierra que les vio crecer, deben sucumbir ante la desesperación y ser los chivos expiatorios de esas grandes corporaciones regentadas por los hombres de portada de revista, deben abandonar todo rezago de razón y humanidad en favor del dinero, y no para desarrollarse ni ser libres, sino para subsistir.
¿Cómo se puede esperar que el género humano, viviendo bajo tales condiciones de desigualdad y desapego por algún principio, va a lograr coordinar esfuerzo alguno por el bien del planeta? El tratado de Kyoto, la última esperanza, ya murió, de hecho nació muerto, con políticos y empresarios negando su deceso, y científicos bien pagados entubándolo y manteniendo el engendro en un frasco petri.
El mundo se cansó de nosotros. Pronto vamos a morir, y adoptando una visión misántropa, después de lo que le hicimos al planeta yo estaría muy de acuerdo.
Autor desconocido
JEAC.