A pocos días de un nuevo aniversario de la Revolución Paceña
entrego en dos partes, este hermoso texto escrito por Mónica Oblitas sobre lo
más preciado que tenemos los Paceños: El Illimani
Símbolo milenario y guardián de la ciudad, el Illimani es
venerado por todos los paceños Alrededor de su pétrea figura se han tejido
leyendas y se han inspirado talentos. Éste es un reportaje que reúne lo más
importante que se ha hecho en torno al Illimani Achachilasa, el enviado de los
dioses
Majestuoso y vigilante, emblema paceño por siempre; el Illimani es, sin duda, el símbolo de la ciudad de La Paz y ha servido de inspiración para todas las artes que se han desarrollado en la hoyada. Son pocos los que no han cedido ante el influjo mágico de la montaña que encierra, en sus grietas nevadas, leyendas e historias de amor y de sangre. Y aun los habitantes se alimentan diariamente del influjo místico que el nevado más imponente ejerce sobre quienes viven a su sombra. Al celebrar un aniversario más de la ciudad de La Paz, es imposible dejar de referirse a su musa más importante.
Majestuoso y vigilante, emblema paceño por siempre; el Illimani es, sin duda, el símbolo de la ciudad de La Paz y ha servido de inspiración para todas las artes que se han desarrollado en la hoyada. Son pocos los que no han cedido ante el influjo mágico de la montaña que encierra, en sus grietas nevadas, leyendas e historias de amor y de sangre. Y aun los habitantes se alimentan diariamente del influjo místico que el nevado más imponente ejerce sobre quienes viven a su sombra. Al celebrar un aniversario más de la ciudad de La Paz, es imposible dejar de referirse a su musa más importante.
El arte del nevado“El Illimani se está
—es algo que no se mira—. En el Illimani, el cielo es lo que se mira; el espacio
de la montaña. No la montaña. En el cielo de la montaña, por la tarde, se
acumula el crepúsculo; por la noche, se cierne la Cruz del Sur. Ya el morador de
las alturas lo sabe; no es la montaña lo que se mira. Es la presencia de la
montaña”. Jaime Sáenz se inspiraba así, interpretando su sentimiento hacia la
montaña y utilizando las palabras como solamente él sabía hacerlo en su libro
Imágenes paceñas. Lugares y personas de la ciudad. Como Sáenz, muchos hombres de
letras volcaron su inspiración en el nevado. Armando Soriano lo sabe muy bien y
le dedicó una antología poética. “Acaso los literatos son los que han estado más
vecinos a la solemne montaña paridora de sensitivas sugestiones. El ejemplo está
claro en la fecunda lírica sobre esta montaña, a su vez geológico poema, que
abarca con su esplendor inextinguible la ciudad entrañable”, justifica su
posición.
El Illimani también ha sido un imán para pintores tan relevantes como Arturo Borda, paceño, que estuvo influido por el simbolismo pictórico y plasmó constantemente la imagen del nevado y el entorno de la ciudad de La Paz, o Cecilio Guzmán de Rojas, que es considerado el padre de la corriente indigenista en la pintura boliviana y que tiene, como no podía ser de otra manera, varias obras inspiradas en la montaña, al igual que la pintora María Luisa Pacheco.
Mamani Mamani es otro de los pintores cuya creatividad se ha encendido frecuentemente alrededor del Illimani, tanto así que su hijo mayor se llama como la montaña. Y es autor de una serie (de la que reproducimos un cuadro) dedicada especialmente al nevado. “Para mí es un tótem, el templo más hermoso de las montañas; es el guardián de La Paz, pero también es un guerrero. Además de ser una montaña sagrada, es mística; si uno la contempla detenidamente puede ver toda una familia penetrando dentro de ella: el papá, la mamá, el hijo y la abuela. Es un apu, un achachila, para los aymaras… para la gente andina es una imagen sagrada”, explica emocionado.
La música tampoco se queda atrás, tanto que el tango Illimani, de Néstor Portocarrero, es un himno casi obligatorio para los paceños. Otros músicos han encontrado en el misterio de la montaña su fuente de inspiración, aunque no en la cantidad que tamaña musa esperaría. Uno de ellos es el grupo Wara y la canción Illimani. Así lo explica el compositor Óscar García, para quien es una enorme roca viva, un vigilante, una suerte de deidad, pero sobre todo una marca de la ciudad. “El Illimani ha sido y es, hasta que le toque derretir su imponente hielo, una fuente de energía y un atractivo para todo tipo de expresiones. Más en las artes plásticas que en las sonoras. En la música, además de Portocarrero, hay obras escritas alrededor de él, aunque no se lo nombre. De hecho, yo tengo una canción para una orquesta de instrumentos nativos que se llama Cumbres. También había un grupo paceño de folclore que se llamaba Illimani. Los poetas lo nombran con más frecuencia que acierto. Quizás el nombre no aparezca con frecuencia en títulos de obras musicales por la extraña convicción de que ha sido muy usado. El caso es que de ser así, no sería tan complicado encontrar obras con su nombre”, dice García y luego se complementa: “En cientos de textos de canciones está bailando con o sin tropiezo. En Collita, de Wara, por ejemplo. Es una montaña ineludible para los que tienen la suerte de decir y de pintar, de graficar, de registrar imágenes, de hacer piñatas o cualquier otra inutilidad aparente. Para el común de los mortales que transita una ‘intransitable’ ciudad en la que los piratas han conquistado el poder y el espacio, el Illimani está ahí porque sí. Tiene que estar ahí porque si no, esta ciudad sería mil veces menos magia y más parto”.
El Illimani también ha sido un imán para pintores tan relevantes como Arturo Borda, paceño, que estuvo influido por el simbolismo pictórico y plasmó constantemente la imagen del nevado y el entorno de la ciudad de La Paz, o Cecilio Guzmán de Rojas, que es considerado el padre de la corriente indigenista en la pintura boliviana y que tiene, como no podía ser de otra manera, varias obras inspiradas en la montaña, al igual que la pintora María Luisa Pacheco.
Mamani Mamani es otro de los pintores cuya creatividad se ha encendido frecuentemente alrededor del Illimani, tanto así que su hijo mayor se llama como la montaña. Y es autor de una serie (de la que reproducimos un cuadro) dedicada especialmente al nevado. “Para mí es un tótem, el templo más hermoso de las montañas; es el guardián de La Paz, pero también es un guerrero. Además de ser una montaña sagrada, es mística; si uno la contempla detenidamente puede ver toda una familia penetrando dentro de ella: el papá, la mamá, el hijo y la abuela. Es un apu, un achachila, para los aymaras… para la gente andina es una imagen sagrada”, explica emocionado.
La música tampoco se queda atrás, tanto que el tango Illimani, de Néstor Portocarrero, es un himno casi obligatorio para los paceños. Otros músicos han encontrado en el misterio de la montaña su fuente de inspiración, aunque no en la cantidad que tamaña musa esperaría. Uno de ellos es el grupo Wara y la canción Illimani. Así lo explica el compositor Óscar García, para quien es una enorme roca viva, un vigilante, una suerte de deidad, pero sobre todo una marca de la ciudad. “El Illimani ha sido y es, hasta que le toque derretir su imponente hielo, una fuente de energía y un atractivo para todo tipo de expresiones. Más en las artes plásticas que en las sonoras. En la música, además de Portocarrero, hay obras escritas alrededor de él, aunque no se lo nombre. De hecho, yo tengo una canción para una orquesta de instrumentos nativos que se llama Cumbres. También había un grupo paceño de folclore que se llamaba Illimani. Los poetas lo nombran con más frecuencia que acierto. Quizás el nombre no aparezca con frecuencia en títulos de obras musicales por la extraña convicción de que ha sido muy usado. El caso es que de ser así, no sería tan complicado encontrar obras con su nombre”, dice García y luego se complementa: “En cientos de textos de canciones está bailando con o sin tropiezo. En Collita, de Wara, por ejemplo. Es una montaña ineludible para los que tienen la suerte de decir y de pintar, de graficar, de registrar imágenes, de hacer piñatas o cualquier otra inutilidad aparente. Para el común de los mortales que transita una ‘intransitable’ ciudad en la que los piratas han conquistado el poder y el espacio, el Illimani está ahí porque sí. Tiene que estar ahí porque si no, esta ciudad sería mil veces menos magia y más parto”.
Texto Mónica Oblitas.
JEAC.
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