Para este mes de las fiestas Julias de nuestra querida La Paz,
encontré este precioso artículo de una de las comidas preferidas por los
paceños: el delicioso fricasé. Pertenece al genial Coco Manto y es de una
publicación del diario “Presencia” de Marzo de 1995.
“Para la resaca o el ch’aqui, cuando el pesar nos muerde el
cuerpo y enceniza el alma, nada hay mejor que un fricasé hirviente y una cerveza
fría. Somos ajo y perejil.
Al fricasé hay que desearlo humeante y festivo, con toda la
delectación de que seamos capaces para que en cada bocado el remordimiento sea
triturado. Sorber el caldito espeso macerado con la carne grasosa y grácil del
cerdo, tomarlo con el milagro de la cuchara en la boca, sentirlo vivificante con
la fe del convaleciente y el deseo de la prometida resurrección en otro cuerpo y
alma. Somos comino y albahaca.
Sahumerio, bálsamo y a veces baño turco, el fricasé nos
rescata del naufragio y recompone los huesos. Chuño del silencio que nos debemos
después de la flagelación alcohólica, mote de maíz con la mentira que nos juran
las vitaminas, tunta de la meditación trasnochada, caldo de la primera mañana en
la insalvable soledad que nos rodea. Somos orégano y toronjil.
Un anticipado pedazo de pan untado en llajhua picante y
breve, para que el cuerpo vaya abriendo sus poros al fuego de la purificación.
Han de quemarse los leños de la desgana y ha de inundarnos una exudación
vivificante. El fricacho es una creación criolla, como la salteña, para sortear
los trancos del desvarío y no precisamente por hambre. Somos palillo y
canela.
Zumo de ají amarillo crecido de sazón y rabadilla, materia
medular del porcino, hay que tomarlo de a poco que es fuego vivo, chaupinchearlo
con una bicervecina, como templando el hierro caliente del ánimo con el temblor
de la cruda, combinación temeraria que pudiera acercarnos a la orilla fatal. ¿Y
qué? Somos culantro y cebolla.
Ah, la cebolla. Las sabias a pulso de la cocina mestiza
suelen decir que para diluir las penas no hay como picar cebolla y que cuanto
más finamente se pique mayor desahogo desprenderán las lágrimas, perlitas de la
tristeza. Así debe ser, señora. Habiendo picado la congoja hay que dejar caer el
llanto sobre la mesa de la cocina que sabe tanto o más que un confesionario.
Somos quirquiña y anís.
El fricasé es un lindero entre el pesar tras la juerga y el
juramento del “ayca” (ay caray ya nunca más me he de farrear como anoche).
Lindero que se colinda con el linde de este Lunes de trabajo y el deslinde del
salario. Somos gengibre y tomillo.
El fricasé nos reajusta el cuerpo tasajeado y la cerveza
deslíe la rudeza de la cruda, aquieta el ch’aqui temblón. Nos salimos de la
región fracturada para profanar otra vez el destino que se decía invulnerable.
La farra con los amigos es experiencia confiada de repetirse, mientras la vida
nos garantice que en la calle del marasmo moral toparemos con una luminosa señal
de reivindicación humana. Un letrerito que diga simplemente: Hoy fricasé. Somos
romero y laurel”.
Jorge Mansilla Torres (Coco Manto)
Publicado por JEAC.
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