En 1816, el gobierno de Buenos Aires otorgó el grado de
teniente coronel a Juana Azurduy, en virtud de su varonil esfuerzo.
En la guerra de la independencia, ella había encabezado a los guerrilleros que arrancaron el cerro de Potosí de manos españolas.
Las mujeres tenían prohibido meterse en los masculinos asuntos de la guerra, pero los oficiales machos no tenían más remedio que admirar el viril coraje de esta mujer.
Al cabo de mucho galopar, cuando ya la guerra había matado a su marido y a cinco de sus seis hijos, también Juana murió. Murió en la pobreza, pobre entre los pobres, y fue arrojada a la fosa común.
Casi dos siglos después, el gobierno argentino, presidido por una mujer, la ascendió al grado de generala del ejército, en homenaje a su femenina valentía.
En la guerra de la independencia, ella había encabezado a los guerrilleros que arrancaron el cerro de Potosí de manos españolas.
Las mujeres tenían prohibido meterse en los masculinos asuntos de la guerra, pero los oficiales machos no tenían más remedio que admirar el viril coraje de esta mujer.
Al cabo de mucho galopar, cuando ya la guerra había matado a su marido y a cinco de sus seis hijos, también Juana murió. Murió en la pobreza, pobre entre los pobres, y fue arrojada a la fosa común.
Casi dos siglos después, el gobierno argentino, presidido por una mujer, la ascendió al grado de generala del ejército, en homenaje a su femenina valentía.
Tomado del libro “Los hijos de los días” de
Eduardo Galeano.
Publicado por JEAC.
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