Mis recuerdos de La Paz estarían incompletos si no hablara algo del majestuoso Illampu, centinela del Titikaka y guardián del pueblo de Sorata. En el altiplano, caminando hacia el lago sagrado, se lo puede ver en toda su belleza al monte que guarda al pueblo de Sorata que es un pequeño valle en pleno Altiplano; por algo le llaman la “Perla Andina”. Varias leyendas se tejen sobre el pueblo y sobre el gran nevado, pero dejemos que sea Fernando Diez de Medina quién nos cuente algo sobre ellos:
“Illampu no es una leyenda, es un coro de leyendas….Habrá cumbres más bellas, de mejor armonía lineal; no la hay de mayor sublimidad. Nombróse en el origen “Sahar-Hatha”: porta-semilla, porque llevo el principio de vida a los primeros hombres que poblaron el valle abierto a sus pies. Se le dijo después “Sorata”: padre de los montes inflamados, allá cuando los genios de la tierra lucharon con los genios del mar. Era el volcán mayor. Se le recuerda como “Ancumani”: el viejo encanecido por los años, pues la leyenda refiere que es el nevado más antiguo. El mito solar andino le apellida “Inti-Llamphu”: el lecho donde el sol reposa, porque cuando los dioses telúricos fueron destronados y el Inti – deidad celeste – vino a reinar el Ande, eligió por morada la montaña estupenda que señorea el Lago y la Meseta.
“Illampu: el centelleante, padre de la luz….Para el habitante lacustre, el sol brota del muro tempestuoso del Illampu; y en la comarca Sorateña luce el mito andino con ancha majestad y poderío. Porque Illampu quiere decir también “morada de los dioses”. Y aquí reside el Gran Señor de las Nieves, en su fortaleza ciclópea, levantada por la fuerza y la leyenda. Caminante: si vas por la meseta, apártate de los demás, aproxímate solo al monte insigne. Trémulo de admiración no podrás hablar, no podrás gritar, no podrás ni siquiera pensar. Solo frente al tremendo portento, recién comprenderás como fué el tiempo de la adoración a la naturaleza. Porque Illampu tiene rasgos y raptos de titán. Se asienta con ímpetu en la cordillera: la posee, la conmueve, la levanta en un coro de hielos y de rocas….”
“Si lo ves de distancia, te llama con su silencio blanco; es una invitación al sueño con los ojos abiertos. Si pasas a su vera, donde comienza la quebrada que lleva hacia Sorata, te abruma. Si lo miras desde la profunda cavidad del pueblo, del vergel sorateño, te encanta y te anonada; y si lo contemplas desde la quietud azul del Titikaka o cerca de la carretera de Achacachi, cuando luce en todo el esplendor de su belleza incomprensible, entonces te parece que la prominencia tempestuosa vibra en una sinfonía de las formas……Caminante: no te inquietes, no ruedes presuroso por los altiplanos; déjate estar. Detén tus horas en la quieta majestad de la esfinge del Illampu: un soplo de misterio y poesía rozará tus sienes. Una calma augusta bajará a tu espíritu. Porque Illampu es venero de amor, semilla de confianza. Es el descansadero de los cuerpos rendidos, de las almas fatigadas; “samiri” ancestral. Y el indio sabe que todo el que se acerca a sus sagradas formas, se baña en aura de poder y de ventura. Renace……..”.