Verdades vs. mentiras: la guerra
cultural e ideológica en las redes sociales.
Cada mañana, tras cumplir con algunas
actividades caseras y atender cuestiones relacionadas con mi trabajo, enciendo
mi computadora y accedo a Internet. La pandemia, además del necesario
aislamiento social, me ha impuesto algunos cambios inevitables en mi vida, al
igual que en la de los demás.
Abro Google y busco algunas fuentes
noticiosas, espacios de análisis, de opinión, comentarios nacionales y foráneos,
noticias e información diversas que no alcancé a escuchar en la revista Buenos
Días, o para completar y seguir otras en desarrollo de las que supe gracias a En
clave mediática, Telesur Noticias, Agenda Abierta, El Mundo Hoy, y otros
programas del canal de televisión multiestatal de noticias que tiene como
eslogan "Nuestro Norte es el Sur".
Después, voy a las redes sociales. La
primera reacción en Facebook es la de bajar la cabeza, esquivar la bala que me
espera desde horas antes de mi conexión. Es un verdadero campo de batalla al que
me acabo de sumar desde la pantalla de mi ordenador. Y, como un guerrero más,
intervengo en esta guerra cultural más que digital.
La siguiente
reacción consiste en pensar que es mejor cerrar Facebook, que es preferible
destinar tiempo y recursos a ver una película, a abstraerme del mundo que me
rodea, no comentar, no convertirme en blanco de ofensas, amenazas, calumnias y
acoso. Algo en mi interior me dice que le haga caso al general Resóplez: "¡No os
dejéis provocaarrr!". Pero no puedo ser sino seguidor de Elpidio: "¡Eso habría
que verlo, compay!", les digo a los enemigos de mi pueblo, mirando a la pantalla
de la computadora, como mismo hago en las calles o cualquier otro escenario. Y
le pido al corneta que toque "¡A degüello!", y cargo al machete por ¡Viva Cuba
Libre!, por ¡Patria o Muerte!, "que no es lo mismo, pero es igual".
Esos
que, como Media Cara, reconocen que han traicionado muy duro pa' ganarse ese
dinero, no podrán callarme. Quienes persiguen herir la cultura nacional, quienes
imponen una guerra de símbolos a la vez que defecan envueltos en nuestra
bandera, el más sagrado de nuestros símbolos, o arrastran la enseña patria por
las calles de Miami, no conseguirán vencerme.
Quienes persisten en
lacerar las sensibilidades de los cubanos, minar las bases ideológicas sobre las
que se levanta el espíritu de rebeldía y de resistencia, de patriotismo y de
libertad de los hombres y mujeres nacidos en esta tierra, no doblegarán a un
pueblo culto e insumiso.
Las tropas enemigas llevaban años acomodándose en
el terreno elegido, ocupando a priori las posiciones que consideran más
convenientes para el ataque antes de que llegáramos los patriotas,
independentistas y revolucionarios a defender la Patria, la Revolución y el
Socialismo, a la vez que comunicamos nuestras ideas, verdades y razones. No
hablo de elevaciones o pendientes, valles o costas, cuencas o embalses de agua
potable.
Las herramientas tecnológicas que sustentan las redes sociales,
la generación de contenidos para imponer imágenes consumistas y la filosofía de
que lo único válido es el éxito entendido como la acumulación de riquezas, son
armas empleadas por anexionistas, neoplatistas y mercenarios en esta batalla de
ideas. Constato una vez más que nunca el mundo fue tan desigual en las
oportunidades que brinda y tan igualitario en las costumbres que impone.
Mientras el capitalismo de nuestros días vive un proceso globalizador que no
significa el triunfo universal y definitivo de este sistema, como tampoco la
abolición de las contradicciones entre las clases sociales o entre países y
regiones, ni la cancelación de las transformaciones revolucionarias, ni la
supresión de las ansias de libertad de los pueblos, o que todos las naciones
tengan que aceptar un cierto patrón de conducta en su política interna y
externa, descubro otra matriz de mentiras, ignominias y manipulaciones
diseminada por las redes.
Me enfrento a nuevas infamias y falsedades. O
las mismas, camufladas, edulcoradas, maquilladas. Verifico otra campaña para
intentar promover la inestabilidad política y la pretensión de derrocar el
gobierno revolucionario en mi país y en otros más distantes, pero también
incómodos para el imperio hegemónico. Pero, además, compruebo que tantos
recursos, años de asedio, bloqueos y sanciones no han logrado quebrar la
voluntad de una nación libre e independiente.
Cada vez que acudo a las
redes sociales, identifico una nueva campaña de subversión e intoxicación
ideológica, o visualizo aún en lontananza los humos de la última, ya derrotada y
en retirada sus supervivientes, sin haber logrado sus propósitos. Estas cruzadas
de la desinformación y las Fake News son promovidas por agencias y entidades
estadounidenses. Persiguen calumniar a la Revolución, confundir al pueblo,
engañar a los amigos de Cuba en el exterior, restar solidaridad, desprestigiar a
la nación y a sus dirigentes.
A ella se suman mercenarios, apátridas,
anexionistas e ingenuos que han logrado manipular, con la esperanza de fomentar
el desánimo y la desidia, de hacer crecer la inconformidad y dañar la moral de
los cubanos. Aquellos que aplauden el bloqueo y toda medida que tome los Estados
Unidos contra la Mayor de las Antillas, son los primeros en aprovechar las
dificultades, la escases de medicinas, de alimentos y otros productos que el
cerco económico, comercial y financiero contra Cuba provoca, para emponzoñar las
redes sociales y culpar a nuestros líderes y al Socialismo por un supuesto
fracaso y de incapacidad para proteger a la población.
En esta era de la
posverdad, la mentira y la calumnia persisten y son combatidas a diario con
inteligencia, con argumentos, con la Verdad. Como no pueden rebatir estas
verdades con falacias que les son desmontadas una a una, el recurso más
recurrente es la amenaza, el acoso, el insulto, la diatriba. Es así como el
mundo sopesa ambas posturas, analiza las dos ideologías en pugna, compara las
razones de los ejércitos enfrentados en el campo de batalla. Es así como
millones de personas pueden palpar la perseverancia, la voluntad de resistencia
de un pueblo empeñado en construir una sociedad más justa, soberana y
socialista.
"¿Qué puede hacer un país pequeño, con una cultura joven y
agredido por el país hegemónico en Internet, con las redes sociales digitales si
quiere seguir siendo independiente y a la vez desarrollarse, sino aprender,
aprender y aprender sobre las redes sociales de Internet? ¿Y cuáles son los
medios para eso sino su extendido sistema educacional, universal y gratuito, su
sistema de medios de comunicación públicos y el tejido institucional y
comunitario que abarcan sus organizaciones sociales?", preguntó el intelectual
Iroel Sánchez en un artículo recientemente.
Y aconsejó: "Aprovechar todas
las oportunidades posibles para el aprendizaje masivo, dar respuestas más
culturales que administrativas, contar siempre con la inteligencia y la cultura
política del pueblo cubano y movilizarlas desde el conocimiento, es lo que está
en la tradición de las victorias revolucionarias en Cuba; vale que sea también
nuestra guía en esta guerra que es tecnológica, pero primero que todo
cultural".
Hablo de la propia red social desde la que ya combato y elimino
a mi primer contendiente del día. Sí, la red social es un adversario más,
siempre presta a sancionarme por defender la Verdad, siempre dispuesta a
notificarme que mi libertad de expresión está siendo pisoteada y que mis
palabras infringen las normas comunitarias. Y mientras me castiga a pasar los
próximos 30 días sin poder participar en ningún otro combate o escaramuza, o
sea, sin poder enarbolar mis razones y argumentos, que son los de un pueblo, mis
enemigos mantienen intactos sus mensajes que incitan al odio y a la violencia,
mensajes que yo nunca he expresado, pero por los que sí he sido sancionado.
Para los enemigos de Cuba todo vale en esta lucha ideológica: le
silencian los canales a Internet de la televisión y la radio, sufren de tener
baja visibilidad sus periódicos y medios virtuales de comunicación ante el
mundo, cierran cuentas digitales de los que defienden la Revolución. Sin
embargo, a pesar de estar en desventajada, de haber llegado tarde cuando el
campo ya estaba ocupado, observo espacios ganados, terrenos arrebatados al
contrario. Distingo la alegría del triunfo en los rostros de mis compañeras y
compañeros de guerra. Reparo en las importantes victorias alcanzadas a fuerza de
Verdad.
No cierro Facebook ni me retiro del campo de combate. En esta
batalla de ideas, comparto nuestra realidad con todos los que quieran asomarse a
ella, defiendo los valores y principios que nos identifican, preservo nuestra
cubanía y raíces más profundas. En la guerra cultural e ideológica que libra el
pueblo cubano contra los imperialistas y sus lacayos, internos y externos,
levanto el escudo de la unidad y de la resistencia; de los sentimientos
patrióticos, de soberanía, independencia y libertad. Esgrimo la espada de la
Verdad.
Por Ariel Lemes Batista
Publicado por JEAC.