lunes, 15 de julio de 2013

El Illimani (Parte 2)

La arquitecturaLa historiadora Magdalena Cajías explica que La Paz, a partir del siglo XIX, se convirtió en una referencia al crecer en población, en economía, en comercio, en desarrollo industrial y minero. Esto permitió extender rápidamente las construcciones de la ciudad que, acompañadas de una mirada positiva de su misma identidad por parte de los arquitectos, priorizaron su geografía y, por ende, al Illimani. Uno de estos visionarios fue el arquitecto Emilio Villanueva, que se encargó de realizar varios edificios, como el Monoblock de la UMSA, cuya vista es una de las privilegiadas hacia el Illimani, y abrió la avenida Mariscal Santa Cruz, que también se orienta hacia el nevado.
En el primer centenario de la ciudad de La Paz, durante el gobierno de Bautista Saavedra, se festejó con bombos y platillos la inauguración de varias calles, y se abrió la avenida Camacho (actual centro financiero de la ciudad), que se diseñó para que, desde cualquier edificio, pudiera verse el Illimani. La planificación de la ciudad tuvo en cuenta, en ese entonces, la importancia del paisaje para embellecerla aún más sin perder la identidad. Sin embargo, a partir de los años 70, el llamado desarrollismo dejó de priorizar el entorno natural; por ello, la mayoría de edificios construidos en El Prado, por ejemplo, han ocultado la vista al nevado, así como varias otras construcciones posteriores.
En la actualidad, los arquitectos paceños subliman la imagen del Illimani como referencia principal para las construcciones en la ciudad. El arquitecto Ramiro Bellido explica que es un referente, un icono artístico y un paisaje que no puede desaprovecharse. “Visualmente se intenta equilibrar algunas deficiencias que pueden encontrarse en la orientación de las construcciones. El Illimani está al sureste de La Paz y, muchas veces, puede dar una ayuda para las oficinas y departamentos que están ubicados contrarios al sol; es una vista fabulosa de la montaña. Además, la topografía paceña, con sus distintas elevaciones, permite aún más aprovechar este paisaje”. En el mundo andino, el Illimani, como cada montaña, tiene un significado especial. De características femeninas, protege a la ciudad de La Paz como una madre, pero es también un poderoso enviado de los dioses. Un centinela.

La leyendaHay varios mitos que rodean la figura del Illimani, aunque uno de los más difundidos es el que relata Fernando Díez de Medina en el libro Nayjama.
Cuenta esta leyenda que Wirakocha, dios supremo, decidió que cuatro soberanos reinarían en paz en la cordillera; sin embargo, la arrogancia y el ansía de poder hizo que uno de ellos se enfrentara a sus compañeros en un combate apoteósico que duró un milenio. Harto del conflicto, Wirakocha envió a Thunupa, la figura de la justicia y el equilibrio, para que pusiera orden. Después de escuchar la explicación de los cuatro guerreros, Thunupa dictaminó: “Sólo tres conductores tendrán señorío en la cordillera. El Señor de Luz será de hoy en adelante Illampu, el centelleante; el Señor de Agua se nombrará Illimani, el resplandeciente, y el señor de Piedra se convertirá en Wayna Potosí, el joven bramador”. Luego cogiendo su honda divina, puso en ella un pedrusco de oro y al tiempo de lanzarlo zumbando por el cielo en dirección a Huayra Apu o Señor del Aire, dijo: “Rebelde fuiste, solitario quedarás y menguado en poderío. Truncaré tu insolencia y tu estatura: serás partido en dos. ¡Sarjama! (vete) dijo Thunupa. Tú eres el Alejado, Sajama te nombro en memoria de tu estupenda rebeldía”. Y así, la montaña descabezada se convirtió en el Mururata y la gran roca que fuera su cabeza es el nevado Sajama.

Texto Mónica Oblitas

JEAC.

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