domingo, 5 de abril de 2015

Reflexión de Domingo de Resurrección


La vida no es un derecho, la vida es un don. Y el don, la gracia o lo gratuito, no es  consecuencia de ningún derecho, sino del amor. Por eso, lo que contraría al amor, se opone  a la vida. El odio pone fin a la vida y siembra la muerte. El egoísmo asfixia la vida, la  interrumpe y desertiza la tierra fecunda y fecundada.

La vida nace del amor, ésa es su raíz, que no el derecho. Tampoco la muerte es un derecho, aunque habrá que reconocer el derecho a morir para  descalificar tantas ansias de matar. También la muerte es un don. Pero, entiéndase bien, es  un don, porque es una nueva vida, no porque sea fin de la vida. Aunque en el acotado  campo de nuestra experiencia la muerte aparezca como fin de esta vida -no de la vida, sino  de ésta- o, mejor dicho, de esta forma de vivir. Lo que supone un alivio para la inmensa  mayoría de la humanidad, mortificada hasta el extremo por las pretensiones de los  científicos, de los técnicos, de los políticos... o sea, de los poderosos.

Debería bastarnos el testimonio perenne de la naturaleza no humana, que muere cada  invierno y resucita cada pascua florida, para entender que la vida no termina, se transforma.  (...).

La fe cristiana es fe en la vida, porque es fe en Jesús que vive. Ciertamente pasó por la experiencia de la muerte, para desvelarnos su misterio y la  esperanza, pero resucitó y vive para siempre. Así lo han atestiguado los que lo vieron vivo  antes y después del tránsito de la muerte. Y así lo ha guardado celosamente y lo ha  transmitido durante siglos la Iglesia. Así lo confesamos y proclamamos los cristianos:  creemos en la resurrección, creemos en la vida sin fin. No sólo en la vida que esperamos  como un don póstumo, sino en el don de la vida que ya poseemos y disfrutamos y  reclamamos para nosotros y para todos los hombres.

Por eso creer en la resurrección es apostar por la vida frente a la muerte y a los sistemas  que recurren a la muerte como solución o justificación de cualesquiera intereses. Y en esta  apuesta nos hemos comprometido con la vida, como don, para hacerla posible, para  favorecerla en todos y en todo, para defenderla en todos los niveles, para colmarla de  sentido, para humanizarla, sin domesticarla ni degradarla, hasta descubrir en ella y por ella  al verdadero dador del multiforme y siempre sorprendente don de la vida. 

Tomado de la web.

Publicado por JEAC.

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