sábado, 15 de noviembre de 2014

Crónica de viaje (3)

Luego de tres horas de visitar las ruinas acompañados por el guía, este se despidió y nos indicó que ahora podíamos visitar lo que quisiésemos o lo que más atención nos había llamado y tomar las fotos que nos faltaban. Así fue que todo el grupo se dispersó por distintos sectores, a mi, me llamó la atención un lugar desde donde se veía, hacia abajo, el río Wilkamayu que recorre todo el valle del Cuzco, allí tomé esta foto:


Oh, Wilkamayu de sonoros hilos,
cuando rompes tus truenos lineales
en blanca espuma, como herida nieve,
cuando tu vendaval acantilado
canta y castiga despertando al cielo,
qué idioma traes a la oreja apenas
desarraigada de tu espuma andina?

Quién apresó el relámpago del frío
y lo dejó en la altura encadenado,
repartido en sus lágrimas glaciales,
sacudido en sus rápidas espadas,
golpeando sus estambres aguerridos,
conducido en su cama de guerrero,
sobresaltado en su final de roca?


Recorrí nuevamente todas y cada una de las ruinas que más me llamaron la atención, son tan hermosas todas y cada casa, cada ruina, cada piedra tiene una historia que contar. La imaginación vuela a raudales ante cada uno de los lugares visitados, el cuerpo se niega a asumir su cansancio y la mente pide descubrir más y más bellezas entre ruinas y paisajes de encanto…


Muertos de un solo abismo,
sombras de una hondonada,
la profunda, es así como al tamaño
de vuestra magnitud
vino la verdadera, la más abrasadora
muerte y desde las rocas taladradas,
desde los capiteles escarlata,
desde los acueductos escalares
os desplomasteis como en un otoño
en una sola muerte.

Cuando la mano de color de arcilla
se convirtió en arcilla, y cuando los pequeños
párpados se cerraron
llenos de ásperos muros, poblados de castillos,
y cuando todo el hombre se enredó en su agujero,
quedó la exactitud enarbolada:
el alto sitio de la aurora humana:
la más alta vasija que contuvo el silencio:
una vida de piedra después de tantas vidas…

Llego a lo más alto de la ciudadela, contemplo el fantástico paisaje, me siento a descansar y escuchar el silencio absoluto, parecería que tanta belleza no admite más ruidos que los propios de la naturaleza, me quedo absorto y deslumbrado… Doy gracias a nuestro Creador por permitirme ver estas bellezas y estar aquí en este momento, sentado en loa alto, casi entre las nubes, viviendo uno de los momentos más emocionantes de mi existencia… 

Luego inicio el descenso observando nuevamente cada piedra, cada pedazo de tierra de aquél lugar magnífico, escucho en mis oídos el triste sonar de una quena y creo ver a los antiguos pobladores de esta ciudad haciendo sus labores cotidianas… Sonriente y feliz me dirijo hacia la salida prometiendo volver algún día…

Los versos son de Pablo Neruda del poema “Alturas de Machu Picchu”.

Las fotos son mías.


Publicado por JEAC.

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