miércoles, 9 de marzo de 2011

El Pepino rey del carnaval Paceño

Para estos días de carnaval me pareció interesante compartir un fragmento de este bonito artículo del Dr. Guillermo Monje acerca de este personaje tan interesante del carnaval Paceño.

"Se levanta del arrabal y a brincos llena las calles. Con voz aguda emite piropos y requiebros sensuales a la par que pronuncia inesperadas frases, encarando la situación del momento desde su ángulo cómico. Es ágil mentalmente y de su improntu fluyen sabrosas glosas y pasmosos comentarios. Se mezcla entre los niños y adultos creando la algazara porque obtenerlo es uno de sus propósitos. Hace piruetas elevándose en saltos, arrodillándose o llamándose a reposo en cualquier sitio, preferentemente en medio de la calle, para volver a ganar los espacios súbitamente como quién sale de un sopor letal hacia una nueva manifestación de vida. Engaña al público con un paréntesis de muerte para luego desconcertarlo con la resurrección.

Su cara no tiene relieve pero resulta expresivo en los dos polos del histrionismo, acaso casualmente presentido por el mascarero anónimo que le dio la vida sobre un simple saquillo de tocuyo, lienzo humilde del cuál fuel el hábil artesano hizo surgir un promontorio excepcionalmente gracioso. La nariz, esa nariz personalísima que otro bufón no tiene. Asimismo, debajo de unas cejas alborotadas que se cargan de lana escarminada, se hallan las guarniciones de los ojos verdaderos del pepino, de este ser dicotómico enfundado en la máscara criolla del traje supuestamente derivado del Arlequín, o quién se estima, fue su antecesor.Seguro es que nuestro Pepino no tiene memoria de él, engreído e insólito, es categóricamente él mismo y porque él mismo se considera un expósito cuya existencia es testimonial, solo en los días de carnaval.

Para nosotros es una especie de rapsoda pendular que baja de las alturas del villorrio paceño, se columpia en los cerros, ocupa la urbe y al terminar la fiesta vuelve a su madriguera, si es posible volver cuando no lo retiene el alcohol. En este caso se rinde su última sonrisa en un zaguán o en el pretil de la calle, asumiendo ser dueño de ello o simplemente porque el cansancio le deja sin sentido, quedándose de "cúbico dorsal" como dice la gendarmería que lo recoge para tratarlo como una porción más del basural urbano.

El Pepino viste siempre de gala, combinando colores de seda, raso o piel de lobo, telas suaves y dúctiles para favorecer sus contorsiones de acróbata fugaz. Su gracia y sus alusiones o cierto mamotreto de trapos que lleva a guisa de su criatura para el escarmiento de los demás, son el anzuelo de una aventura erótica que protagonizará furtivamente detrás de un portón cualquiera o a la sombra de un árbol.

El Pepino se reproduce milagrosamente y se convierte en tal muchedumbre que hace temblar los cimientos de la ciudad en su marcha de Churubamba a El Prado en la entrada del carnaval paceño. Su paso sacude el alma de las mujeres jóvenes que muy a fondo de sí, esperan ser acariciadas por su voz persuasiva y sus ágiles brazos, sin haber visto la faz auténtica del hombre. Poseer sin identificarse, parece entonces su mayor habilidad...”.

Dr. Guillermo Monje - Año 2000

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