domingo, 1 de abril de 2012

Domingo de Ramos


En el inicio de la Semana Santa encontré un artículo muy especial sobre la fecha, distinto a lo que siempre se escribe y lee, aquí lo tienen:

La entrada en Jerusalén quiere ser como la entronización del Mesías. Hoy es el momento de la participación popular, un acto enteramente democrático, llamado el pueblo a las urnas de la libertad y del Espíritu para aclamar a su Rey.

No ha habido campañas especiales. No pudo haber manipulación del voto. Todo fue un movimiento espontáneo que se encargó de conjuntar el mismo Espíritu de Dios. Aquí sí podemos decir con verdad que «la voz del pueblo era la voz de Dios». Respondieron, naturalmente, los sencillos y los pequeños, lo que siempre ha sido el corazón del pueblo.

No faltaron voces discordantes, personas ciegas o interesadas o endurecidas, más duras que las mismas piedras, que estuvieron a punto de unirse al coro de los niños y los pobres.

Era el día de la alegría y de la alabanza, el día del triunfo y la acción de gracias. «Escuchad: hay cantos de victoria en la tienda de los justos... Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Bendito el que viene en nombre del Señor». En otras ocasiones quisieron hacer rey a Jesús, y él lo rehusó. Pero hoy es el día que hizo el Señor.

Pues este día todos, casi todos, sienten una vibración de gracia. Los discípulos, llenos de fe y entusiasmo, no podían callar. Se contagió una gran muchedumbre de gente sencilla, y se forma una procesión espontánea aclamando al Señor, que entra como rey en su ciudad.

Una procesión curiosa, por la gente y por el estilo. Hay más niños que soldados, hay más pueblerinos que príncipes. Las espadas se han cambiado por los ramos de olivo, las marchas triunfales por cantos populares, las carrozas por alfombras naturales y los caballos por un burro.

Ahora Jesús necesita un burrito. No pide un mulo o un caballo. El burro se adapta mejor, porque es paciente, es manso, es laborioso, es sencillo, es pequeño, es humilde. El burro carga con todo, como Jesús. Hay pinturas que simbolizan a Jesús como un elefante que lleva sobre sus lomos el peso del mundo. El burro vale para todos los trabajos, especialmente los humildes. Jesús se entrega a todo lo que el Padre le encomiende. El burro se deja conducir fácilmente. También Jesús se deja llevar enteramente de la mano del Padre. El burro no es violento, y aguanta muchos palos. Es lo que hizo Jesús en su pasión. El burro no se presenta a concursos, ni se jacta de su trabajo, ni exige recompensas. Tampoco Jesús se manifestó gloriosamente, sino que se ocultó en el más grande anonimato y se rebajó hasta la muerte de cruz. El burro tiene dos grandes orejas, porque está más dispuesto a escuchar que a rebuznar. Algo que va siempre muy bien con todo discípulo de Cristo.

Extractado de “Un amor así de grande” de Rafael Prieto Ramiro.

JEAC.

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