sábado, 21 de abril de 2012

Dos formas de sentir el fútbol

Encontré este artículo en el diario Olé de Argentina y me pareció bueno como para ponerlo en el blog en este día de clásico Español con los dos monstruos que se enfrentan: el Barcelona y el Real Madrid. Yo estaré pegado a mi pantalla de televisor observando el partido…y ojalá que gane el fútbol….

Dos Formas de pensar el mundo (Martín Caparros)
“Un equipo con chicos de Inferiores que cambió la noción del fútbol contra uno armado a golpe de chequera que juega a no jugar; el pibe corto que reinventa la pelota a cada toque frente al galán de opereta... Dos estilos. Y una Liga en juego.
Se ve que el Gran Guionista anda desesperado. Ya no sabe qué hacer: hay tantas historias, chismes, escandaletes, noticias en los diarios que cada vez le cuesta más impresionar o sorprender o conmover. Por eso, estos últimos años, se fue de mambo con el libreto futbolero: se le ocurrió la historia exagerada del Barcelona-Madrid.
Algún día alguien va a abrir el armario equivocado y va a descubrir que Guardiola se merienda un inmigrante guaraní cada jueves a la hora de la siesta, o que Xavi e Iniesta embeben sus botines con un veneno que acalambra las pantorrillas de sus marcadores, o que los niños de La Masía pasan sus noches cortando cocaína para vender en los geriátricos. Pero, mientras tanto, el Fútbol Club Barcelona se parece tanto a la perfección que resulta casi empalagoso. Un equipo que juega el mejor fútbol que se haya visto nunca –que cambió nuestra noción de fútbol–, que reúne una elegancia inverosímil con un espíritu de sacrificio casi innecesario, que junta dos o tres de los cinco mejores jugadores del mundo como quien junta figuritas en la escuela, que no pierde la paciencia por más que lo cosan a patadas, que festeja cada gol –de Messi– como si cada gol fuera de todos y que, para colmo, en esta época tan brutalmente mercantil, está formado por chicos de las Inferiores.
Y enfrente el Malo Planetario: un plantel armado a golpe de chequera donde los chicos del club no mojan ni vestidos, un técnico bocón que no para de inventar triquiñuelas y llorar y dejar en el banco a sus grandes jugadores para reemplazarlos por picapiedras turcos, un equipo de 500 millones de dólares que juega a no jugar y apuesta a la destrucción y el pelotazo: que intenta un fútbol feo sólo para ganar –pero no gana.
Y para guinda, por supuesto, el duelo individual, las dos estrellas enfrentadas: el pibe corto que nunca dice nada y que, en el barrio, tendría problemas para levantarse a la gordita pero reinventa la pelota a cada toque contra el galán de opereta tan peinado, matón de esquina que irrita de sólo verlo gesticular o quejarse o morfarse 100 bolas por partido. Eso para no hablar de que el muchachito es nuestro –¿nuestro?– y el galán trucho tan lejano. Pero los dos tienen, hasta esta noche, 41 goles en 33 fechas de Liga que se llevan jugadas hasta hoy: imposible.
En cualquier caso, no recuerdo que haya habido nunca tal acuerdo de que esos dos equipos son los mejores equipos del mundo, y esos dos jugadores los mejores jugadores del mundo, y que esos dos equipos y esos dos jugadores coincidan en el tiempo y los torneos y se enfrenten una y otra vez. Esta noche española, de nuevo, por el premio mayor: el campeonato, que por ahora lidera el Madrid por cuatro puntos.
Lo sabemos: jugaron varias veces y la ventaja es clara para el Barcelona, y Mourinho desespera porque ya probó distintas soluciones –esperar atrás, tratar de controlar el medio campo, meter cuatro adelante– y ninguna resultó del todo. Pero esta noche el Barsa necesita ganar y el Madrid necesita no perder: eso va a extremar sus estilos respectivos. Un equipo que juega con la pelota, uno que juega en contra. Los dos técnicos tienen todos sus jugadores: los dos van a poder decidir qué pretenden. Seguramente el Barsa va a atacar y hacer correr con arte la pelota buscando la fisura; el Madrid va a defender y correr de vez en cuando con la pelota tratando de fisurar con su potencia. Es probable que mucho dependa de eso que hace que el fútbol sea tan atractivo, tan injusto: la precisión del tiro del final, esos cinco centímetros. El Barcelona va a tener varias chances –de ésas que últimamente no consigue meter–; el Madrid va a tener menos –de ésas que casi siempre mete. Ahí, sospecho, va a estar la clave del partido.
Entonces esta noche, otra vez, el relato sobreactuado de estos tiempos. Lírica contra producción, el culto a la belleza contra el culto a la eficacia –pero, aquí, inesperadamente, resulta que la belleza es eficaz y la eficacia no es ni eficaz ni, por supuesto, bella. Es curioso que cada partido entre estos dos ponga en juego dos formas de pensar el fútbol, dos formas de pensar el mundo –y que, por ahora, siempre gane la buena. Es una confusión: sabemos que, en el mundo real, los buenos ganan poco. Estos partidos son una forma de demostrar que el fútbol es diferente de la vida. Y, por eso, nos calienta tanto.
Esta noche juegan el Barcelona y el Madrid, y voy a ir a la cancha. Que me perdonen quienes deben, pero hace mucho que no tenía tantas ganas”.

JEAC.

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