lunes, 15 de junio de 2009

Más de Benedetti


Benedetti, a diferencia de algún otro literato (léase Vargas Llosa), apoyó la revolución cubana y, para demostrar que no se trataba de una pose mediática, en 1976, se fue a vivir por un tiempo a la isla donde fortaleció sus convicciones. De Cuba el dijo lo siguiente:

“Si usted llegaba a la Habana en la década de los cincuenta encontraba dos mundos. El primero paupérrimo y deprimente, con mujeres y niños desnutridos y analfabetos. El segundo ostentoso y estridente, con hoteles y casinos propiedad de los socios de Fulgencio Batista. En el campo la situación no difería. Miles de campesinos trabajaban largas y agotadoras jornadas por un mísero salario en las haciendas cañeras, propiedad de terratenientes locales y extranjeros.
En 1959, mientras Batista y los gringos, que habían convertido la isla en su paraíso del placer y del dinero se embriagaban de poder, Fidel Castro y el Che Guevara encabezaron la más grande revolución en América. El hecho comprobado de renunciar a la comodidad del poder e irse a pelear a Bolivia, echa por suelo las leyendas negras sobre el “Che” regadas por la CIA y repetidas por algunos papagayos del imperialismo.
Fue entonces que comenzó la más grande transformación. Aquella que devolvería la dignidad a un pueblo indigente y explotado. Hombres, mujeres, ancianos y niños, plenos de entusiasmo, se propusieron construir una sociedad con justicia social, donde una salud y una educación de calidad serían los pilares del nuevo desarrollo. Finalmente lo lograron.
Hubo muchos cubanos que se marcharon al extranjero, unos por legítimo rechazo ideológico, otros (muy acaudalados) por haber perdido sus privilegios y otros simplemente por resentimiento. Asegurar la continuidad de la revolución no fue fácil. EE.UU. decretó el bloqueo comercial e intentó atacar a la isla. Como consecuencia de ello tuvo que recurrir a la ex Unión Soviética y girar más hacía el orbe de esta potencia.
En Cuba no existe sistema de partidos, ni elecciones en el sentido tradicional. Los trabajadores, afiliados a un partido único, eligen sus representantes, siempre con la conducción de Fidel. ¿Se trata de un dictador? Depende del cristal con que se mire. Para un estudiante, un obrero, o una madre que reciben servicios de calidad, se trata de un líder que les devolvió la decencia. Para los antiguos adinerados y su familia, es un tirano. ¿Y la persecución y apresamiento de opositores? La mayoría son delincuentes comunes, como existen en cualquier parte del mundo”.

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