sábado, 11 de julio de 2009

Mis recuerdos de La Paz 6



Lago Sagrado milenario, fuente de leyendas e historias que con tu magnetismo me enamoraste para siempre, tu también eres parte de La Paz, eres parte increíble de mi La Paz hermosa, igual que esas montañas nevadas que parecen adornarte al fondo, para que tu belleza sea incomparable.

“Titikaka es el lago del orígen y del fin de las cosas. Es la fuente, la “pakarina” ancestral que hace surgir el mundo con sus luminares y sus seres. En el Día del Ojo – el primer día – en el omnisciente “Nayra-Uru”, cuando todo estaba envuelto en agua y bruma, surgió el astro de la Roca Sagrada y voló al cielo para alumbrar al mundo”.
“La Isla Mayor da nombre al lago: es el Peñón del Puma, donde el antiguo rindió culto totémico al felino. Mas “Titikaka” morada del puma, es también peñón del mundo. Y los nombres de la isla forman un archipiélago sin término. Y se llamó “Inti-Kala-Canna”, peldaño por donde sube el sol. Y “Titi-Tata”, padre del estaño vivificante. Y “Thiti-Pata”, el lloro universal. Luego “Itikaka", peña sacra de los pueblos telúricos. Más tarde “Titikala”, cuando el culto de la tierra se cambió por los ritos del tótem. Y fué después “Intikarka”, el adoratorio del Astro de los Días. Y eran tres las deidades lacustres: es Sol, el Trueno y el Relámpago y las tres tuvieron altares primitivos….. Dioses, rayos y naciones surgen de la Isla Mayor. Como el mítico “Manco Kapac” que aparece en el centro del lago para fundar dinastía y cultura de tipo agrario-militar. Y el propio “Wiracocha” numen creador y ordenador, para manifestarse a los seres, brota de la tempestad lacustre; y terminada su obra terrena se hunde lentamente en el zafiro de sus aguas. “Titikaka” lago y peñón, es en verdad el ámbito y el centro de la mitología andina….irradia verdad, esparce maravillas”.

Y surge la hermosa leyenda narrada magistralmente por Diez de Medina en “Nayjama”, la cuál dice:
“En el principio era el Mar….. Pero un día los titanes removieron el abismo; y fué la acción. Las legiones terrestres se precipitan contra los ejércitos acuáticos. La roca airada se revuelve como espada flamígera contra la gran culebra líquida que, dividida en mil pedazos, recompone sin tardanza sus elásticos anillos. Aquí los montes encabezan audaces ofensivas; allá las olas repelen y acometen sin descanso. Si un cerro quiere erguir cabeza, las trombas de agua lo cercenan, volviéndolo al abismo. Si avanza un muro líquido, lo abate la tempestad telúrica. Saltan los continentes en islas y los mares en espuma….La espada terrestre hiere rapidísima; la culebra marina recompone sin tardanza. ¡Combate de las tierras y las aguas!…. Al bramido de las masas rocosas responde el vértigo de los remolinos acuáticos. Caen las olas como decapitadas torres, se insumen las montañas cual arenas. Entonces fué que los aires y los fuegos decidieron terciar en la contienda: ígneos escuadrones, huestes huracanadas, revueltas muchedumbres subterráneas….Y cuando piedra, fuego, lava, cima, viento y cuarzo fueron una sola masa incontenible lanzada hacia lo alto, acrecentóles la tajante furia del torbellino circular que desplazándose, desplaza. ¡Misterio de soles y de átomos! Una vez más se cumplió la ley cósmica: viene el nacer de un perecer, y el alternar de las formas del contrastar de las esencias. Del trágico pavor del mar surgió el dramático esplendor de la tierra. Bramando se alejaron las cordilleras del agua, rugientes se afirmaban las telúricas trombas. Rota la líquida llanura emergieron rudos montes, suaves playas, bosques y desiertos sin límite. Vencido quedo el mar por la irrupción terrena. Cuando el Genio de la Tierra revistaba sus legiones vencedoras, ordenaba simultáneamente el orbe andino. Asentó las tierras bajas, abrió cauce a los ríos, moldeó los valles en la aspereza de la sierra. Con casquetes de plata, cerró las bocas ígneas de su poderosa artillería. (El “Chachacomani”, el “Isluga”, el “Huallatiri”, el “Sajama” y el “Tacora”, los volcanes de la Cordillera Madre, recuerdan todavía la lucha formidable). Y su hazaña más alta se vierte así. Cruzaba el carro huracanado frente a las montañas más intrépidas, aquellas que crecían hacia el astro desde el rapto profundo del abismo, cuando el Vencedor, tocado por la pesadumbre de su gloria profirió estas palabras: - ¡Detente, oh Cordillera! Y el Ande Fué. Y la nieve, el basalto y la traquita petrificaron la gesta cosmogónica. Derrotado, el demiurgo líquido habló a su vez: - Ganaste parte de mis reinos, mas algo debe recordar la lucha. ¿Puedo dejar mi rastro en lo perdido? Y respondió el Vencedor: – Sea tu rastro en medio a mi grandeza –. Y el “Titikaka”, el Lago Sagrado de Los Andes, es la celeste lágrima que derramó el genio del mar cuando las cordilleras subieron del abismo”.
“Titikaka” es fuente de energía, hálito de superación. Es “samiri”: levanta al decaído y al postrado. Y todo aquel que se hunde en el hechizo de sus aguas, se baña también en el misterio de las antiguas teogonías. Y sale puro, fuerte y animoso, como si hubiera asistido al nacimiento del mundo desde las islas venturosas que acaricia el mar sagrado.

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